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Video de Jorge Glas
Espiado. Jorge Glas ordenó a su director de Control Hidrocarburífero violar la ley, sin sospechar que lo estaba filmando.Captura de video

El video que muestra a la mafia en acción

Los negocios sucios de Jorge Glas fueron captados por la lente de José Luis Cortázar. El exvicepresidente está donde debe.

En algún momento de la reunión, Jorge Glas se levantó y puso música para amortiguar el sonido de sus palabras. Lo que estaba por hablar con su director de Control Hidrocarburífero era delicadísimo y no quería oídos indiscretos. Entre los personajes de ‘Los Soprano’ (la serie de TV), esa precaución se volvió rutinaria cuando los mafiosos descubrieron el plan de escuchas electrónicas montado en su contra por los policías federales. Parece que en el entorno de Carondelet en tiempos de Rafael Correa se procedía con idéntica naturalidad. Pero así como Tony Soprano nunca pudo sospechar que el micrófono que lo grababa estaba oculto bajo la chaqueta del más cercano de sus lugartenientes, el gran Pussy Bonpensiero, tampoco el entonces vicepresidente de la República cayó en cuenta de que era precisamente su funcionario de confianza quien tenía activada la cámara que lo filmaba a escaso medio metro de su jeta. Ya podía poner la música más aparatosa de su repertorio y hasta subir el volumen: a esa distancia se le oye clarito.

“Yo no entiendo por qué grabó esta conversación de manera oculta”, le dice el periodista Fabricio Vela, de radio Sonorama, como si en verdad fuera muy difícil de imaginárselo. “¿Era una costumbre suya grabar las conversaciones con las autoridades y guardarse los videos?”. “Verá” -se pone didáctico el director de la Agencia de Regulación y Control Hidrocarburífero del correísmo, José Luis Cortázar-: “Yo me desempeñé en muchas funciones anteriormente en el Gobierno y tenía como una especie de respaldo el contar con este tipo de…, de…, de… -por unos segundos duda: no sabe cómo llamarlas; acaso tienen un nombre técnico que en el contexto de la entrevista resultaría impresentable-. De productos -dice al fin-, estas grabaciones, ¿no?, para tener un respaldo acerca de la gestión y para mi propio respaldo”. Nunca palabras tan confusas habían quedado tan claras.

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Las “muchas funciones” que Cortázar desempeñó anteriormente en el gobierno de Rafael Correa se pueden resumir en una: espía. Este exoficial de la Armada era un especialista en inteligencia en los tiempos en que la inteligencia, más que un sistema de seguridad del Estado propiamente dicho, era una operación de intervención y control político. En ese campo cumplió varias misiones (“investigaciones de muy alto calibre”, dice él) por encargo directo del presidente de la República, que hoy probablemente no lo conozca, pero entonces parecía tenerle una especial confianza. Fue su delegado en la Comisión de Inteligencia y su secretario nacional anticorrupción, cargo en el cual siguió haciendo lo suyo: espiar. Para febrero de 2014, cuando tuvo lugar la reunión con Jorge Glas de la que hoy habla todo el mundo, Cortázar había visto lo suficiente y sabía exactamente con qué clase de angelitos estaba tratando y qué clase de negocios se estaban haciendo en el sector petrolero como para no tomar la precaución, angelito él también, de grabarlo todo y a todos siempre. “Para mi propio respaldo”, es decir, para cubrirse las espaldas.

A pesar de lo cual, Fabricio Vela insiste: “Respaldo para qué, esa parte no entiendo. Usted va a una reunión con el vicepresidente de la República, ¿respaldo de qué José Luis?”. Vela habla (ingenuamente, digamos por su bien) como si el despacho de Jorge Glas fuera el lugar más santo y seguro de la tierra por tratarse, vaya honor, del vicepresidente de la República. Cualquiera sabe que es exactamente lo contrario: es uno de los nudos críticos de una organización delictiva constituida para cometer cohecho, por hablar únicamente de las dos sentencias ejecutoriadas por causa de las cuales Glas acaba de regresar a prisión. José Luis Cortázar es un experto en inteligencia actuando en el seno de una mafia y se conduce en consecuencia, eso es todo. Es mentira que grabara el video, como dijo a Fabricio Vela, “justamente para que después nadie pudiera argumentar que ahí, escondido en un rincón, en la oscuridad, se hablaba sobre cosas turbias”. El video es claro y muestra, precisamente, a Cortázar y Glas escondidos no en un rincón pero sí en una oficina razonablemente oscura, hablando cosas turbias, tan turbias como eliminar las restricciones a la venta de explosivos… ¡con fines electorales!

Es fácil imaginar la reunión urgente del comité de crisis correísta, con el expresidente prófugo echando chispas vía Zoom y una tropa de esclavos diciendo sí a todo. Sale Cortázar en un video urgente (hasta tuvo que reabrir su cuenta de Twitter para ponerlo a circular) y despacha una mentira tras otra porque no le queda más remedio. Que el video fue mutilado para distorsionar la verdad de los hechos parece ser el argumento clave. Con él, conduce el tema hacia el callejón sin salida favorito del periodismo correísta, según el cual la verdad no está en los hechos, sino en la suma de versiones que se tejen sobre ellos. ¿Alguien puede creer que el periodista Arturo Torres, del portal Código Vidrio, se arriesgaría a perpetrar la impostura de manipular un video sabiendo que lo desmentirían en cuestión de horas? ¿Y por qué no lo han hecho? ¿Por qué no exhibe Cortázar el video completo para mostrar las manipulaciones?

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“Debo recalcar de manera enfática que ni durante esa cita, ni en ningún momento durante todos los años que me desempeñé como funcionario público, ni el presidente ni el vicepresidente de la República, jamás, de ninguna forma, me solicitaron o me dispusieron cometer actos reñidos con la ley o de naturaleza indebida”. No solo que todo el video publicado en Código Vidrio trata sobre Jorge Glas pidiendo a José Luis Cortázar que se pase las leyes por el forro, sino que queda claro que lo que espera el gobierno de su director de Control Hidrocarburífero es, precisamente, que no ejerza control hidrocarburífero alguno. Entre líneas se descubren los indicios de un negociado en los contratos petroleros que “sería el caso de corrupción más grande de este país”, según el presidente de la Comisión de Fiscalización de la Asamblea, Fernando Villavicencio, a quien Jorge Glas, en el video, ya ve venir y tiembla. Solo en dos campos petroleros, Libertador y Shushufindi, calcula Villavicencio, se perdieron probablemente 7 mil millones de dólares por concepto de tarifas otorgadas a las empresas privadas. Exactamente, las tarifas que Cortázar quería controlar y Glas no se lo deja.

Y sobre todo, “nada por escrito”. Es la versión Glas del “si roban, roben bien”, de la asambleísta Rosa Cerda. Solo que ella, pobrecilla, hablaba de centavos.