Plagios a la carta

Diario Expreso, en una columna previa, reforzada luego con un reportaje, mostró cómo el negocio de elaborar tesis a pedido sigue boyante. Y descarado.

Datos: solo en una Universidad hay una decena de negocios que las ofrecen “con garantías”; el costo puede llegar a $ 1.500; alguna empresa ya tiene sucursales. Al ser consultadas, varias autoridades respondieron más o menos así: “nosotros sancionamos el plagio y tenemos cómo identificarlo”. Quiero creerles. Pero...

El periodismo no es relaciones públicas: es mostrar el lado oculto, es dudar e indagar. Frente al coro unánime de “aquí no ha de ser” estallan los testimonios de quienes pagaron por tesis. O de los que cuentan cómo es lucrativo hoy el negocio, aunque no como ayer. “Era espectacular”, dicen, nostálgicos.

Frente a ese coro, ofenden los letreros que se enarbolan, impúdicos: “Tu problema es nuestra responsabilidad”. ¿Hay un mejor ejemplo de desfachatez? Y si bien se agradece que algunas universidades tengan programas antiplagio, les aviso que no alcanza: hay negocios ¡que garantizan evadirlos!

Y si no hubiera una sanción penal, sí hay criterios de decencia para atajar ese fraude. ¿Es lícito violentar la propiedad intelectual de alguien? ¿Es moral ver que se aliente el plagio de tus alumnos y no hacer nada? ¿Es decente que la habilitación como pro-fe-sio-nal se sustente en un trabajo ajeno? Ese plagiador puede llegar a ser luego profesor, decano. O rector.

¿Cómo les digo a las autoridades de universidades -cuyos logos aparecen y se usan abiertamente en los anuncios de “te hacemos tesis garantizadas”- que el plagio ofertado sí les compete? ¿Y que a esas ‘empresas’ las siguen contratando porque son exitosas en su estafa académica?

Cómo les digo que el que en sus narices, o usando sus logos, sigan ofertando plagios como si fueran entradas al concierto de Luis Miguel, es un asunto de moral pública que les atañe y debería, por lo menos, ofenderlas. Por eso les sugiero recordar a Séneca: “Lo que las leyes no prohíben, puede prohibirlo la honestidad”. Pues para detener el negocio de los plagios a la carta solo hace falta un mínimo de ella.