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Petroleo: negra realidad

Petróleo: negra realidad

Quien diga que sabe cuál va a ser el precio del petróleo miente descaradamente. Benoit Mandelbrot ya lo demostró con claridad meridiana en la teoría de los fractales, argumentando que en eventos de extrema volatilidad la fuerza predictiva de la curva normal de Gauss no funciona. Los mercados del petróleo se rigen por la oferta y la demanda de los agentes de mercado, los que no necesariamente son ni los productores ni los consumidores del crudo físico. Es más, el valor de las transacciones financieras (el denominado “petróleo de papel”) es un múltiplo mayor a treinta veces el valor del crudo transado en el mundo. Es el “sentimiento” de estos agentes respecto de las tendencias del mercado el que determina cuál, finalmente, es el precio del crudo en ciclos marcados por recurrentes “alzas y bajas”.

En estas circunstancias, proyectar un presupuesto estatal sobre un precio referencial de $58.29 es, más que una mala broma, un ejercicio absurdo que alimenta una discusión estéril. Contrario a lo que se piensa, el valor del crudo tiene una incidencia secundaria sobre el presupuesto (no así sobre la economía) excepto cuando, como en época de RC, se malbarataron los ingresos petroleros hipotecando los mismos para alimentar la estulticia de quien se creía el jaguar americano. Tan mal concebido ha sido el uso de la riqueza petrolera que me veo obligado a afirmar una vez más que una tercera parte de los ingresos provenientes de las exportaciones de crudo se han perdido en la sustentación del malhadado subsidio de los combustibles, monto que equivale a haber quemado alrededor de $55.000 millones de una fortuna que nos dio la naturaleza.

Pero los gobiernos no aprenden. El de Moreno prefiere continuar la práctica e imponer medidas torpes como el incremento del precio de la gasolina Súper, con lo que ha logrado ahondar aún más las distorsiones existentes en el mercado de derivados e incrementado el subsidio. No aprenden tampoco los “expertos” del Ministerio de Finanzas que continúan en la torpe tarea de cuadrar las cifras de un presupuesto impresentable para así poder afirmar que todo va en la dirección correcta.

Si el precio del petróleo importara, entonces lo que deberían hacer es una “cobertura” (hedge) del precio que, funcionando a manera de póliza de seguro, permitiría que, si el precio cayese por debajo del monto fijado, se cubra la diferencia. Sin embargo, en nuestro desventurado y financieramente ignorante medio, la única vez que se lo intentó, el precio se mantuvo por encima de lo programado, y la autoridad que lo propuso fue acusada de negociado ¡por haber apostado mal!

Soy de los que piensa que la presencia del petróleo le causó más daño que bien al país. Nos hizo adictos a la renta petrolera; éramos jeques árabes (en los setenta) o habíamos descubierto una nueva economía (en la década perdida). Nos dio muy mala reputación en el mundo y dentro de casa alimentó al centralismo que ha malogrado el país. En el Yasuní se arruina la naturaleza para luego, con el botín, sustentar un subsidio pernicioso y financiar el pago de intereses de los dineros que gobiernos irresponsables malgastaron con la falsa pretensión de prometer mejores días.