Temor. Carlos Rodríguez prepara las redes. Él fue sorprendido por las réplicas del sismo en altamar.

Los pescadores se llevaron un buen susto en el mar

Ayer, Jorge Bass y César Bermúdez no tuvieron una buena pesca. En sus redes habían especies pequeñas, que no justificaron el esfuerzo de más de dos horas, dijeron. El miércoles, ellos estaban a punto de salir al mar cuando la arena de la playa tembló.<

Carlos Rodríguez sintió que el mar se agitaba de un modo distinto. El pescador, de 22 años, creyó que algún animal rozó su lancha. Fue durante el sismo de las 11:46, del miércoles pasado, en Mompiche, Esmeraldas.

“Era como si se pusiera una tapa dentro de una lavacara con agua y se la agitara durísimo”, contó a EXPRESO.

Él buscaba camarones para la venta. Pensó que era otro terremoto, como el del 16 de abril. Encendió el motor de su bote, de seis metros de largo, y se dirigió a tierra firme. Corrió a la zona alta de la localidad hasta que todo se tranquilizara.

Rodríguez empezó a pescar desde los nueve años. Su padre lo instruyó en esta tarea. “Tres veces vomité durante mis primeros recorridos”, recordó con una sonrisa.

El miércoles, tras los nuevos remezones, él lanzó más de 100 metros de red en el agua. Completó su trabajo en 15 minutos, antes de que la noche llegara. Mientras arrojaba la trampa para los camarones, su barcaza se movía desde atrás hacia adelante, igual que una montaña rusa. Él se sostuvo de los costados para no caer. “Parecía un caballo chúcaro”, dijo.

La tarde del jueves, Rodríguez sacó apenas una libra de langostinos tras una jornada de dos horas y media. Se lastimaba las manos cuando jalaba la malla que traía pequeños peces de distintas especies.

Una pequeña luz alumbraba el bote azul de Carlos. Con el escueto botín del mar, el joven llegó a la orilla para culminar su día de trabajo.

En la playa estaba otro grupo de pescadores. Sus lanchas estaban repletas de redes, pero con pocos peces. Las réplicas del temblor también sorprendieron a Arsenio Urbano, de 24 años, en el mar. “Parecía una bestia”, dijo el artesano.

Apoyado en su bote, Urbano recordó cómo “el agua salpicaba hacia arriba, como si estuviera lloviendo, solo que no caían gotas”. Durante el terremoto, sus abuelos y padres perdieron sus casas en Jama, Manabí, contó. MAG