
La Peninsula aun saca a pasear a sus santos
El acto se cumple cada año en la fecha que el calendario católico marca la celebración del patrono. Ese día los comuneros visten sus mejores galas.
Desde tiempos remotos, los pobladores del área rural de la península de Santa Elena efectúan un rito religioso que consiste en pasear las imágenes de sus santos por las comunidades aledañas de la localidad donde se los venera.
El acto se cumple cada año en la fecha que el calendario católico marca la celebración del patrono.
Ese día los comuneros visten sus mejores galas, el prioste o familia encargada del recorrido es la que se encarga de vestir con nuevos atuendos al santo o virgen.
En ocasiones acompañadas con bandas de pueblo o al compás del sonido de una guitarra los feligreses entonan canciones religiosas durante el periplo que comprende varios kilómetros para llegar de una comunidad a otra.
En el peregrinaje la imagen religiosa va en andas y los comuneros se turnan para cargarla, las personas creen que cumpliendo aquella penitencia el santo intercederá ante Dios para que sus pecados sean perdonados.
Aunque los tiempos han cambiado y la modernización es parte de la vida cotidiana, los peninsulares conservan aquella tradición que se ha venido transmitiendo por generaciones, aunque con ciertos cambios, como por ejemplo que la imagen del milagroso recorra en vehículos, pero con la misma fe que tenían sus ancestros.
La procesión religiosa parte desde una localidad en cuestión a primeras horas de la mañana y el periplo contempla todo el día.
En cada poblado se suman las personas y es por eso que al regresar al sitio de donde empezó la romería el lugar resulta lleno de devotos.
Luego se procede a la santa eucaristía, en donde todos imploran al patrono y a Dios para que les dé protección en la salud o que sus campos sigan siendo productivos.
El Señor de las Aguas, cuya imagen permanece en la iglesia de Colonche, era el que más recorría. El templo católico donde se encuentra tiene más de 300 años de haber sido construido, pero su infraestructura de madera de guayacán aún se conserva.
“El santito recorría más de tres meses antes de su fiesta el 29 de mayo de cada año, sus devotos se lo llevaban a los poblados de la parroquia Guale en Manabí, luego pasaba al sector de Las Maravillas de la misma provincia; después pasaba para Daule, Posorja y Playas, en la provincia del Guayas”, aseguró Jorge Rosales, uno de los devotos.
Los pobladores de la zona rural peninsular aún consideran al Señor de las Aguas como el santo más milagroso, fue tanta su fama que entre los años 1910 hasta 1970 pasó a ser la imagen más millonaria del país.
La curia que administraba los bienes designó a varios pobladores de Colonche para que cuiden el ganado en el campo, es por eso que los octogenarios de esta población aún recuerdan la gran cantidad de reses y cabras que le pertenecían a su santo.
Cuando la sequía, que tuvo lugar entre las décadas de 1970 a 1980, afectó a varios sectores de la zona peninsular, las vacas que pertenecían al Señor de las Aguas se terminaron. (F)
Los españoles incentivaron a la tradición
Según la historia, con la llegada de los españoles a Santa Elena en la época de la conquista entre los años 1525 al 1700, los europeos para seducir a los nativos utilizaron imágenes de santos para su adoración, se cree que así empezó esta práctica.
“Se tiene conocimiento que primero eran velorios para los santos, se llevaban las imágenes de una casa a otra y como las viviendas eran distantes el periplo comprendía alrededor de un mes, uno de los santos de mayor peregrinaje en estos recorridos era el Señor de las Aguas, que se lo venera en Colonche”, señaló el periodista e investigador Paolo León.
Los nativos de los recintos ubicados en las faldas de la cordillera Chongón – Colonche trepaban los cerros para llevar sus imágenes a las comarcas costeras, dependiendo de las lluvias también cruzaban la cordillera hasta llegar a la zona de Pedro Carbo en Guayas y Paján en Manabí, por eso en los recintos de las dos provincias señaladas se venera a santos similares a los de las localidades peninsulares.
“Llevar a nuestros patronos en su día festivo a los pueblos vecinos es una tradición que no se perderá nunca, primero se lo hacía a pie, después a caballo, ahora en carro, pero siempre se lo hará porque es parte de nuestra cultura, esa herencia la transferimos hijos y nietos, y así se mantendrá siempre”, relata Onofre Ascencio, de la parroquia Colonche.