Dificultades. Los transeúntes aceleran el paso y sortean a diario los vehículos que circulan en la autopista.

Los peatones arriesgan su vida por la ausencia de un puente

Es en un tramo de la autopista Narcisa de Jesús. Los habitantes de cuatro sectores constan entre los afectados. Ocurre tras la construcción del viaducto.

Un promedio de dos minutos es lo que tomaría cruzar la autopista Narcisa de Jesús Martillo Morán, desde la cooperativa Brisas del Norte hasta la primera etapa de la Juan Pablo II.

Sin embargo Rosa Vergara, una adulta mayor, por lo regular lo hace hasta en una hora. No es una exageración. A las dificultades propias de la edad (76 años) se suma la continua circulación de los veloces vehículos que se desplazan en los 12 carriles de la vía, de 10,5 kilómetros.

Como ella, decenas de personas, incluidos los menores de edad, realizan ese periplo todos los días y a cualquier hora, ante la falta de un paso peatonal elevado.

La obra es necesaria en este tramo tomando en cuenta que la autopista está entre las 10 vías con mayor siniestralidad en Guayaquil, según datos de la Autoridad de Tránsito Municipal (ATM). Solo entre enero y julio del 2017 se registraron 11 atropellamientos.

El problema lo experimentan también los peatones que necesitan cruzar hacia Sauces IV y la séptima etapa de Guayacanes, dos ciudadelas aledañas al lugar.

Freddy Granda, jefe de Planificación de la ATM, asegura que estaba proyectada la construcción de un puente peatonal cerca a la avenida José Luis Tamayo, a unos 300 metros de la segunda etapa de la cooperativa Juan Pablo II.

“Por cambio de la administración municipal debemos solicitar la reactivación de la solicitud del paso, que ya estaba autorizado”, argumenta.

Un equipo de EXPRESO evidenció ayer que el riesgo de cruzar la arteria se multiplica entre las 06:30 y las 08:30; y luego de las 17:30. Por los carriles de servicio (laterales) de la autopista circulan más de 1.500 automotores por hora; y por los de velocidad (centrales), unos 3.500.

A 300 metros (etapa 2 de la Juan Pablo II) y a 500 metros (Limonal) de donde solicitan la obra, hay dos pasos peatonales, a los que tampoco es fácil llegar, debido a que los ramales del nuevo puente sobre el río Daule que conecta a Guayaquil con Samborondón dificultan el paso de los transeúntes.

En el sitio no hay paso cebra, semáforo peatonal ni un espacio que garantice la seguridad de los transeúntes. La situación se complica en la noche, por la limitada luz artificial.

Quienes osen caminar en las laterales, primero deberán sortear los vehículos que ingresan y salen de los ramales, para luego avanzar por debajo del viaducto.

“Las personas corren el riesgo de que algún vehículo las eleve. Algunas han muerto en el intento”, comenta Lorena Franco, quien labora en un local comercial de Guayacanes.

En el lugar, los habitantes cuestionan que la obra no haya sido levantada al mismo tiempo que el viaducto. “Como siempre, falta planificación. El gran mal de Guayaquil”, sentencia Kléber Burgos, habitante del sector.

Los moradores de la Juan Pablo II también se quejan porque se cerró con muros de hormigón uno de los accesos que está a diez metros y que les permitía ingresar a la calle principal de la cooperativa.

“Desde entonces, quienes venimos desde el norte de la ciudad estamos obligados a conducir hasta el retorno de la terminal terrestre, es decir más de tres kilómetros”, sostiene el habitante Ignacio Morán.

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