Palabras responsables

El debate político en el país se ha enrocado en un clima de hostilidad y falta de oídos que se ha convertido en un diálogo de sordos. Cada quien con su argumentario, vocifera a punta de palabras gruesas -sobre todo desde una confortable pantalla-, para intentar que las ideas lleguen a unos, a los de su mismo razonamiento, e irriten a otros.

Entre la falta de empatía o de voluntad de conciliar que rezuma de los espacios de discusión reales y virtuales, destaca cada vez más la arriesgada estrategia de la desmemoria. No solo para eludir la responsabilidad de lo actuado en el pasado. Peor, para tergiversar o manipular episodios emotivos e aún dolorosos en las familias ecuatorianas con fines meramente partidistas.

Aludir a la crisis de 1999 y sacar del armario al fantasma del feriado bancario no solo es irreal e insostenible como comparación de la situación actual desde un punto de vista económico. Es demostrar una absoluta insensibilidad con los compatriotas que sufrieron las penurias de perderlo todo y de verse obligados a separarse como familia. Ese tipo de argumentos, ya duramente criticados en ocasiones previas, dejan en evidencia las prioridades de quienes mandaron y aspiran -con estrategias retorcidas- volver al poder: lo que experimente el pueblo siempre será secundario sobre las ideas que hay que inocular y hacer prevalecer. Una fórmula que irremediablemente conduce al descrédito de la clase política.