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Pablo Celi en el juicio político en su contra, 26 jul. 21
Acusado. El excontralor acudió al antiguo salón del Senado, donde sesiona la Comisión de Fiscalización, acompañado de su escolta policial.Henry Lapo / EXPRESO

Pablo Celi se olvidó de que está preso

Jornada decisiva en el juicio político contra el excontralor: el acusado se defiende ante la Comisión de Fiscalización de la Asamblea. Arrogante e irrespetuoso, negó todos los cargos.

Llegó pateando al perro, altivo y vehemente, impecablemente vestido como si no estuviera preso (cosa imposible de disimular por la escolta policial que lo acompañaba), seguro y solvente como si no pesaran 18 investigaciones fiscales y una acusación por delincuencia organizada sobre su cabeza, articulado e histriónico, con el dedo índice didáctico o acusatorio y siempre dispuesto a restregar en la cara de su acusador, el legislador correísta Juan Cristóbal Lloret, las miserias de su movimiento político. El excontralor Pablo Celi ejerció este lunes su derecho a la defensa en la jornada decisiva del juicio político que se realiza en su contra en la Comisión de Fiscalización de la Asamblea. Fue una jornada maratónica de doce horas en la que el acusado se las arregló para dar clases de moral y de administración pública mientras trataba de eludir los temas más espinosos.

Por la mañana, el asambleísta interpelante, visiblemente cansado (admitió, de hecho, haber pasado la noche en vela preparando su caso) enunció los cargos principales y resumió los aportes más importantes presentados por los testigos en nueve días de comparecencias. No aportó mayor novedad a lo ya discutido. Usurpación de funciones, complicidad con Odebrecht, desvanecimiento de glosas, firma de un contrato irregular con una empresa sancionada por la propia contraloría (la del tristemente célebre Daniel Salcedo), interferencia en el proceso electoral, investigación por delincuencia organizada… Ante semejante menú, Celi pasó al ataque desde el primer momento, arrogante e irrespetuoso. Dijo “sainete decadente”; dijo “patrañas”; dijo “infame maquinación”... Si se trataba de ganarse la buena voluntad de los miembros de la Comisión, hizo lo posible por perderlos a todos. Y lo logró. No hubo quien no le recriminara esta conducta durante la ronda de preguntas.

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La estrategia del excontralor fue clara: presentarse como la encarnación de la lucha contra el correísmo, que hoy pretende desconocer todo lo actuado por el Consejo de Participación Ciudadana de Transición (incluida la ratificación de su cargo), y sacarse de encima aquellas decisiones de Contraloría que afectan a sus intereses. Trajo a colación, por ejemplo, los casos del 30S, “en los que más de un centenar de policías sufrieron encausamientos y prisiones injustas”. Se burló de los testigos llamados a comparecer por Lloret, empezando por el excontralor prófugo de la justicia Carlos Pólit, “juzgado y sentenciado -dijo- por la propia Asamblea que hoy se convierte en su tribuna”, y el exgerente de Petroecuador Carlos Pareja Yannuzzelli, cuyo nombre pronunció con una risa sarcástica y lastimera.

Desvanecimiento de glosas: la más contundente de las acusaciones. Para desmontarla, Celi ofreció una interminable, intrincada y aburridora clase de derecho administrativo con especialización en procedimientos de control. En el mismo foro donde una retahíla de funcionarios de Contraloría hablaron de presiones y llamadas conminatorias para obligarlos a desvanecer glosas, él explicó que tales presiones y llamadas conminatorias son imposibles, que existe un procedimiento cuyos pasos y estamentos son ineludibles y donde no es posible tomar decisiones encubiertas o subrepticias: “una red criminal tendría que estar a la vista de toda la estructura de la Contraloría”, dijo. Las glosas, concluyó, pueden ser desvanecidas legítimamente durante el proceso de predeterminación si los implicados presentan los descargos adecuados. “El desvanecimiento de glosas no es ilegal”, dijo. No se puede crear fantasmas aquí”. De esta manera puso a los integrantes de la Comisión ante la engorrosa tarea de confrontar con documentación todas las glosas cuyo desvanecimiento cuestionan. 

Fue el presidente de la Comisión, Fernando Villavicencio, quien lo bajó por un tubo ni bien terminaron sus tres horas de presentación de argumentos de descargo. “Esta comisión no tiene como secretario a Raúl de la Torre, su pariente”, dijo poniendo el dedo en la llaga y aterrizando al acusado exactamente sobre el punto que hábilmente eludió durante media tarde: la figura de su sobrino, el primero que se reunió con él en el despacho de contralor cuando acababa de posesionarse como subrogante, según testimonios vertidos durante este juicio; quien ocupó el cargo de secretario de esta misma Comisión durante la legislatura pasada y es la fuente de los mayores dolores de cabeza de Pablo Celi. Detenido en Estados Unidos, confeso del delito de lavado de activos y colaborador de la justicia de ese país y de la Fiscalía ecuatoriana, sus delaciones son la fuente de las principales acusaciones fiscales contra el excontralor. “Ninguno de los asambleístas de esta comisión somos responsables de que usted esté con prisión preventiva y procesado en un caso de delincuencia organizada”, añadió Villavicencio mientras Celi se retorcía acusando recibo del golpe.

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Villavicencio le recordó que la mayor parte de exámenes especiales de los que Celi se jacta fueron entregados “por este periodista” (y se señaló con el pulgar el pecho). No tuvo piedad el presidente de la Comisión: “Por esos contratos corruptos -dijo- están presos los señores Carlos Pareja Yannuzzelli y Álex Bravo, pero justamente ustedes desvanecieron esas glosas de los contratos que le sirvieron a la justicia para llevarlos a la cárcel. Me sé toda la historia, doctor Celi, más que usted. Yo le entregué información del contrato de los grilletes, ¿recuerda? Usted obtuvo una glosa de 9,5 millones y semanas después la desvaneció para beneficiar a la empresa china CEIEC y a la exministra del gobierno de Correa Lady Zúñiga. Me duele la condición en la que usted está. Pero así es la vida”. Villavicencio habló de glosas desvanecidas en el viento y el excontralor que tanto se había explayado en este punto no lo desmintió.

Más aún: después de estas palabras, Celi ya no levantó cabeza. Su compostura se fue desvaneciendo cual glosa en sus propias manos. A su sobrino (lejano, aclaró; en realidad, en segundo grado) lo negó tres veces antes de que cantara el gallo: “Un personaje -dijo de él- que desgraciadamente tiene una relación familiar conmigo, lejana por supuesto, es hijo de una prima y no es precisamente alguien que esté dentro del núcleo íntimo de mis relaciones familiares. Para mi familia además es motivo de rechazo la conducta delincuencial de este personaje que sí la puedo mencionar así, porque así ha sido sancionada en Estados Unidos. No tengo ninguna relación con las actuaciones de este personaje”.

No dejó Celi de soltar señuelos para intimidar asambleístas. Al hablar sobre el desvanecimiento de glosas, por ejemplo, dijo que esta “Es una atribución que tiene el órgano de control para permitir a los auditados el ejercicio de su derecho a la defensa, para garantizar la seguridad jurídica. Entre los asambleístas hay muchos que se han acogido a este derecho”. Explicó todo lo relacionado con las fases de predeterminación, determinación y revisión. “Eso -soltó inadvertidamente, como si dijera cualquier cosa- lo conocen muchos asambleístas que han sido glosados por la contraloría”.

Ahora la Comisión de Fiscalización tiene cinco días para elaborar un informe que será remitido al CAL para su conocimiento en el Pleno de la Asamblea. Según la Ley Orgánica de la Función Legislativa reformada, ese informe no es vinculante, así que será en el Pleno donde se decida la suerte del excontralor Celi en este juicio político. Falta por ver si las amenazas veladas bastarán para salvarlo.

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