Manuel Ugarte, en la entrada de su casa, donde ha improvisado un museo.

Museo Ugarte: Una casa con personalidad

“Un lugar de paz donde convergen estímulos artísticos desde los más pequeños detalles”, así describe Manuel Ugarte su hogar, ubicado en Padre Aguirre y General Córdova, en el centro Guayaquil, que ha convertido en un particular museo. Carteles con frases relacionadas con el arte, reseñas y titulares de entrevistas realizadas al pintor, dan la bienvenida al sitio.

Trozos de espejos esparcidos sobre bases de madera y tela, hileras de discos colgando y varios regalos de visitantes, son algunos de los objetos que guían hacia el interior de este espacio creado hace 14 años y con el que Ugarte —quien evita revelar su edad— busca romper con la “burocracia artística”.

“Estaba cansado de todo el trámite que conllevaba exponer mis producciones en esta ciudad: tener que ir por allí y por allá, acatar exigencias para mí y el público”, asegura el guayaquileño, que en los últimos años ha conceptualizado sus obras y pensamientos a través de la metafísica.

Dentro del su museo se encuentran sus cuadros y esculturas; pero también objetos exóticos que ha ido recolectando lo largo de su vida, según cuenta, y que crean un ambiente folclórico y bohemio que no deja indiferente a ninguno de sus visitantes.

Ugarte señala que hay semanas en que lo visitan diariamente; asimismo, otras en que no llega nadie. Sin embargo, él se levanta todos los días a las 4:00 para colocar los objetos y lienzos, que guarda la noche anterior para protegerlos de los ‘caprichos’ del clima.

Este pintor guayaquileño descubrió su pasión por el arte desde la infancia y esta lo ha llevado a vivir todo tipo de experiencias en distintos países. Las cuenta con orgullo y nostalgia: “recuerdo que con 18 años llegué a Nueva York, gracias a una carta de recomendación de un cónsul que conocí; tan solo llevaba conmigo cinco dólares y unas cuantas pinturas, pero eso bastaba”, narra.

Ese fue el punto de partida de un duro camino en el que trabajó lavando platos y como encargado de la limpieza en hoteles hasta que conoció a personas relacionadas con las galerías de arte de esa ciudad. Tras algunos años de residir en la Gran Manzana, viajó por varios países como Francia.

En su regreso a Ecuador, Ugarte participó en concursos y festivales como el Salón de Octubre de la Independencia de Guayaquil o el Festival de Artes al Aire Libre, en los que alcanzó los primeros puestos.

Actualmente, el pintor se enfoca en seguir creando y en recibir a todos los interesados en conocer su casa-museo, en el que convive con Lidia Yánez —describe su relación como una amistad más que un amor— y con 15 gatos.

Ella lo ayuda a retirar y colocar los materiales a diario para que no se estropeen; además, está cargo de recoger las impresiones de los visitantes en una especie de bitácora.

Dedicatorias en español, inglés y francés llenan las hojas de ese gran cuaderno que Ugarte muestra con ilusión.

“Me gusta que las personas me visiten y me transmitan lo que sienten al venir a este espacio. Esa es una de las cosas que más me llenan”, asegura.

Lidia y Manuel no han establecido un precio fijo para ingresar al museo. Quienes llegan realizan una colaboración voluntaria que introducen en una pequeña caja de madera, que está ubicada debajo de uno de los últimos cuadros del maestro, quien además ofrece cursos de sanción espiritual o autorrealización.

Sobre su trabajo artístico destaca su evolución y comenta: “antes me centraba en pinturas con relieve, donde las bases solían ser maderas o materiales gruesos; ahora me he implicado mucho más con pinturas sobre lienzos con conceptos de cuerpos infinitos”. Un ejemplo de ello es su última obra, en la que predominan colores llamativos y claros.