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Parada. Carpas en las que viven personas en condición de calle, en la ciudad de Sao Paulo.Fernando Bizerra / EFE

Sobrevivir en la ciudad más rica de Brasil

Mientras que Sao Paulo responde por más del 10 % del total del PIB del país, el número de personas viviendo en tiendas de campaña escaló un 330 %

Desde que perdió su trabajo hace tres años, Edson Veloso deambula por las calles y sobrevive sobre todo de la generosidad de los habitantes de Sao Paulo, la ciudad más rica de Brasil, pero que ha visto el número de personas que no tienen un hogar dispararse un 31 % durante la pandemia de coronavirus. “Hoy conseguí una vacante en una casa de acogida, que no es fijo. Cada día tengo que (...) llamar o esperar en la cola. Y cuando no se consigue la plaza, hay que quedarse en la calle”, explica.

Veloso trabajaba como colaborador en una empresa que suministra agua a todo el estado de Sao Paulo, pero una severa crisis hídrica llevó a su despido pocos meses antes de que irrumpiera la COVID-19.

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Desde entonces, este hombre de 37 años busca su fuente de supervivencia en las calles de la mayor metrópoli de Suramérica, con unos 12 millones de habitantes, y él es tan solo una de las 31.884 personas que no tienen un techo en la ciudad, según el Censo de la Población en Situación de Calle divulgado esta semana por la Alcaldía.

Ese total representa un incremento de un 31 % frente a los 24.344 individuos que no tenían un hogar en 2019, aunque líderes de organizaciones sociales denuncian que la cifra oficial está “muy por debajo del número real”.

“La crisis realmente siempre estuvo, pero la pandemia agravó sus efectos porque aumentó el desempleo, la tensión entre los grupos familiares empobrecidos y la falta de vivienda”, dice a Efe el padre Julio Lancellotti, coordinador de la Pastoral de la Población de Calle.

Asimismo, indica, la controvertida gestión del Gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro supuso un desafío más en la lucha por sobrevivir.

“El Gobierno de Bolsonaro es genocida. Todos lo saben y no es ninguna novedad, no soy yo diciéndolo, sino millones de voces”, recalca.

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La crisis sin precedentes llevó a claras transformaciones en el perfil de la población en situación de calle. Pese a que los hombres son mayoría, el porcentaje de mujeres sin techo escaló desde un 14,8 % en 2019 hasta un 16,6 % en 2021, lo que se refleja en un aumento también de niños y familias enteras sin hogar.

Ermelinda Vitar es una de esas mujeres que buscan en las avenidas paulistas su sustento. Tras pasar más de una década sin un techo, a día de hoy finalmente puede permitirse una o dos noches a la semana en una pensión, gracias a su trabajo como cantante callejera. Aunque, eso sí, todo depende de la benevolencia de su audiencia.

“Voy tocando la guitarra por la ciudad para intentar conseguir los 50 reales (9,25 dólares) de la pensión, pero a veces ni eso. Hoy, por ejemplo, solo conseguí 7 reales (1,30 dólares)”, lamenta.

En cuanto a la alimentación, por otro lado, hace mucho que Vitar prescindió de las cenas, porque “en la vida que se lleva en la calle, comer y cenar en el mismo día es puro lujo”.

“Si no fuera por Dios ya hubiera desistido, habría caído en depresión o peor. Porque son muchos los ataques, de todos los lados y todo el tiempo. Eso afecta al psicológico y si no es por la fe, uno desiste de luchar”, sintetiza.

Y es que la violencia, ya sea policial o de los propios ciudadanos, es un denominador común entre la población sin techo. “Las acciones policiales y la hostilidad de la gente es frecuente. A menudo los agentes llevan las tiendas que están en la plaza, a veces agreden a la gente”, asegura Veloso.

Mientras que la ciudad de Sao Paulo responde por más del 10 % del total del PIB de todo Brasil, el número de personas viviendo en tiendas de campaña -“domicilios improvisados”, según la definición de la Alcaldía- escaló un expresivo 330 % en los últimos dos años.

“Antiguamente era una vergüenza para uno dormir en la calle, hoy es normal. Mucha gente lo perdió todo, entró en la miseria. Yo mismo soy uno de ellos, yo paso hambre y vivo de donaciones para vestirme o comer”, afirma Claudemir Canto.

Estudios muestran que, en Brasil, una persona tarda cerca de nueve generaciones para lograr la movilidad social.

“Es decir, la persona que es pobre hoy está condenada a una pena perpetua de pobreza”, destaca el padre Julio.

Para el religioso, quien a menudo recibe ataques y hasta amenazas de muerte por su trabajo, el escenario en la ciudad más rica de Brasil ya se convirtió en una “verdadera crisis humanitaria”.

“Hoy en Sao Paulo hay más casas sin gente que gente sin casa”, resume.

Latinoamérica retrocede casi 30 años

El segundo año de la pandemia de la COVID-19 disparó la pobreza extrema en Latinoamérica hasta alcanzar a 86 millones de personas, cinco millones más que en 2020 y la mayor cifra en 27 años, apunta un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). Las ayudas sociales disminuyeron de más de 89.000 millones de dólares en 2020 a 45.271 millones el año pasado. El reporte ‘Panorama Social de América Latina’ estimó que la tasa de pobreza extrema creció del 13,1 % al 13,8 % en 2021, mientras que la pobreza disminuyó del 33 % al 32,1 %, alcanzando a 201 millones. La subida de la pobreza extrema es “consecuencia de una reducción de las transferencias de ingresos de emergencia que no se compensan con el incremento de los ingresos por trabajo”, explica el documento. Los países con las peores cifras son Argentina, Colombia y Perú, en donde ambos índices crecieron 7 puntos porcentuales o más. Brasil fue el único que mejoró, con una caída del 1,8 % en la pobreza y 0,7 % en la pobreza extrema. Entre medias están Chile, Costa Rica, Ecuador y Paraguay, con aumentos de pobreza de entre 3 y 5 puntos; Bolivia, México y República Dominicana, con un crecimiento de menos 2 puntos porcentuales, y El Salvador, donde prácticamente no varió.