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Pistas. Paula Etkin, historiadora, muestra un libro de Martín Fierro, en el Museo de Arte Popular José Hernández.Enrique García Medina / EFE

Martín Fierro, un gaucho en disputa por la identidad

Argentina recuerda los 150 años del poema épico de José Hernández

Baluarte de los humildes ante los vicios del poder o encarnación de las tradiciones y los buenos modales: esta es la grieta que alumbra las infinitas interpretaciones de Martín Fierro, personaje creado por el escritor argentino José Hernández en 1872. Ese carácter excepcional del gaucho, tergiversado hasta la saciedad por críticos y afines, no ha perdido un ápice de su vigencia en la actualidad, cuando se cumplen 150 años de un poema canonizado desde diferentes ámbitos políticos, civiles, populares y literarios.

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“El consenso es la ligación efectiva, íntima y estrecha entre el Martín Fierro y la República Argentina; de ahí que la historia de un gaucho imaginada se haya establecido como un objeto de disputa”, afirma Matías Emiliano Casas, historiador y autor del ensayo ‘Como dijo Martín Fierro: Interpretaciones y usos del poema durante el siglo XX’.

Disgregada con el paso del tiempo, la historia original de Martín Fierro empieza con su deserción. Tras años encerrado en un fortín, donde sufrió múltiples maltratos físicos y vejaciones, Fierro regresa a su hogar, aunque no encuentra nada de lo que había dejado, ni a sus hijos, ni a su mujer, ni su casa.

La ira lo convierte en un “gaucho matrero”, prestado a la bebida y a las peleas, en pugna permanente con las autoridades policiales y judiciales. Incapaz de aceptar esa realidad opresiva, Fierro termina huyendo al desierto con el sargento Cruz, su fiel compañero, para alejarse de la civilización que tanto lo había perseguido.

Así concluye la primera parte del poema, publicada a finales de 1872 y cuyo impacto, en palabras de Casas, fue “inmediato” en los sectores populares y en las clases letradas, atemorizadas, estas últimas, por la proliferación de personajes “que cuestionaban las lógicas de poder y de justicia”.

Siete años después, José Hernández lanzó la segunda parte de la obra, “totalmente diferente” a la primera. Reconciliado con la sociedad que lo maltrató, Fierro abandona el cuchillo y agarra la guitarra para brindar consejos morales sobre las conductas y los vínculos sociales, transformándose en un gaucho “alejado de todo pleito”.

“Hernández escribió la primera parte en un clima de enfrentamiento con el Gobierno nacional. En 1879 pasa todo lo contrario, Hernández ya se había integrado a la clase política y ya fungía como diputado”, señala Casas al abordar la segunda parte del poema, que concluye con la “promesa” de continuar el relato en un futuro.

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José Hernández, fallecido en 1886, no publicó una tercera parte del ‘Martín Fierro’, dejando un vacío que fue ocupado décadas después por las élites políticas del país, quienes convirtieron al gaucho en un “objeto de disputa estatal con tintes nacionalistas”.

“Martín Fierro es inabarcable, no tiene fin, no tiene techo, lo que provoca que esa experiencia original de 1872 quede ciertamente olvidada por momentos, en función de otras voces o intereses”, subraya Matías Emiliano Casas, que reivindica al gaucho de Hernández como uno de los principales “símbolos de la argentinidad”.