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México. La mancha del trabajo infantil, presente en toda América Latina, se expandió más por la pandemia.EFE

La mancha de la explotación laboral infantil se expande en Latinoamérica

Luego de la pandemia, el hambre y las múltiples necesidades empujaron a millones de familias a salir a la calle y ello involucra mucho a los niños

La mancha del trabajo infantil, presente en toda América Latina, se expandió aún más como consecuencia del empobrecimiento y el deterioro económico social causado por la pandemia. Esta es una de las violaciones a los derechos humanos más amenazadoras para el futuro de la región, especialmente por el menoscabo en la educación de los menores, según una investigación hecha con motivo del Día Internacional contra el Trabajo Infantil, que se celebró el 12 de junio de 2023.

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El confinamiento redujo los ingresos de muchos hogares. El hambre y las múltiples necesidades empujaron a millones de familias a salir a la calle, en muchos casos acompañadas de menores obligados a trabajar para suplir las carencias de bienes básicos.

La pobreza hace que desde muy temprana edad los niños participen de la búsqueda de recursos. En 2021 hubo un incremento de niños y niñas que entraron a trabajar.

Nelly Claux.
directora del área de calidad impacto de programas de la ONG Save the Children en Perú

“La pandemia ha afectado mucho a las familias. En 2021 hubo un incremento significativo de niños y niñas que entraron a trabajar”, explica la directora del área de calidad impacto de programas de la ONG Save the Children en Perú, Nelly Claux.

Esa situación de pobreza “hace que desde muy temprana edad los niños participen de la búsqueda de recursos”, agrega.

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En Perú, donde es legal trabajar a partir de los 14 años en condiciones dignas, “una cuarta parte de la población infantil y de los adolescentes trabajan”, aunque no siempre sea “en las peores formas de trabajo”. La mayoría estudia y trabaja a la vez, pero hay un 5 % que se dedica exclusivamente a laborar.

  • PREOCUPANTE. México es el segundo país de América Latina y el Caribe con mayor prevalencia de trabajo infantil, según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe.
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Un niño vende dulces en un semáforo el 7 de junio de 2023, en Rio de Janeiro (Brasil).EFE

En esas circunstancias es habitual “la acumulación de dinero por terceras personas que emplean niños”, señala Nelly Claux, quien denuncia que es muy frecuente encontrar a menores trabajando en la minería ilegal, una de las actividades laborales más peligrosas, o “niñas que desde temprana edad realizan labores domésticas en casas de terceros donde muchas veces son explotadas”.

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Perú “es el reino del trabajo informal”, asegura la portavoz de Save the Children.

México es el segundo país de América Latina y el Caribe con mayor prevalencia de trabajo infantil, según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

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La última Encuesta Nacional de Trabajo Infantil estimó que de los 28,5 millones de niñas, niños y adolescentes de 5 a 17 años en México, 3,3 millones trabajaban, de los cuales dos millones trabajan en ocupaciones no permitidas y 1,2 millones realizan trabajo clasificado como peligroso. El 31,6 % de los niños mexicanos que trabajan apoya en actividades agrícolas, ganaderas, forestales, caza y pesca, 24,5 % en la minería, construcción e industria, y 14 % en comercio, ventas y agentes de ventas, principalmente.

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San Salvador. Un menor traslada mercadería entre los vehículos estacionados en una esquina de esta capital centroamericana.EFE

En México, la Ley Federal del Trabajo (LFT) prohíbe el trabajo de menores de 15 años. Además, el tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) obliga a los países a incluir leyes y regulaciones contra el trabajo infantil y prohíbe las importaciones de productos elaborados por niñas y niños.

Las entidades estatales realizaron censos con los afectados.

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La situación no es mucho mejor en Centroamérica. En Guatemala, por ejemplo, alrededor de 900.000 menores, el 17 % del total, trabajan, pese a no haber cumplido los 18 años, el 60 % en zonas rurales. El resto lo hace en la industria manufacturera, hostelería, restaurantes y comercio, según datos oficiales.

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Los niños indígenas de 7 a 14 años representan el 56 % de la población infantil guatemalteca que trabaja, según la última Encuesta Nacional de Empleo, de 2017.

En Nicaragua, en tanto, hace once años que las autoridades no presentan cifras oficiales. Las últimas estadísticas, de 2012, indicaban que había 396.118 niños trabajadores en Nicaragua, un país de 6,7 millones de habitantes.

Pero según Humanium, una ONG internacional comprometida en la lucha contra la violación de los derechos infantiles, los niños nicaragüenses siguen estando sujetos a las peores formas de trabajo infantil, incluido el turismo sexual.

El panorama no es más alentador en El Salvador, donde según datos oficiales, trabajan 81.164 menores, el 6,1 % del total, fundamentalmente varones del área rural, y 58.007 hacen un trabajo peligroso. Y, además, el 40 % no asiste a la escuela.

En Honduras, antes de la pandemia había 475.000 niños y niñas trabajando, un tercio de ellos en el campo. Hoy esa cifra se ha duplicado, señala el portavoz de Unicef, Héctor Espinal. Además de expulsarlos de la escuela, la pandemia los empujó a “trabajar para poder sobrevivir”.

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Una menor de edad vende vegetales a las afueras del Mercado Central, el 7 de junio de 2023 en San Salvador (El Salvador).EFE

En 2019 había en Brasil dos millones de niños y adolescentes de entre 5 y 16 años que trabajaban, según cifras oficiales.

PANORAMA SE REPITE

Pero la situación no es distinta en otros países como en Paraguay, según una encuesta oficial que en 2011 registró la actividad infantil y juvenil, había ese año 1’880.109 niños y adolescentes de 5 a 17 años, lo que representaba el 40,8 % de la población. Y el 22,4 % de ellos trabajaba. Por su parte, en Bolivia, donde tampoco hay datos posteriores a la pandemia, unos 724.000 menores de entre 5 y 17 años ejercían una actividad ante un empleador o colaboran en labores económicas familiares o comunitarias, según una encuesta oficial de 2019. Un 41 % de estos niños y adolescentes lo hacía en condiciones peligrosas, prohibidas e insalubres. En 2022, la Defensoría del Pueblo de Bolivia alertó de que el Estado “vulnera el derecho a la protección” de los niños y adolescentes trabajadores, por no desarrollar planes y programas para evitar vulneraciones laborales. Un panorama que se repite en muchos países de América Latina, donde el agravamiento de la pobreza tras la pandemia está suponiendo un retroceso en la lucha contra el trabajo infantil.