Mo Yan y las reencarnaciones al estilo chino

Mo Yan y las reencarnaciones al estilo chino

A mediados del siglo pasado, Ximen Nao, un terrateniente chino, muere a manos de sus siervos al estallar una revolución agraria comunista. Ya en el inframundo, reclama con insistencia por una muerte que, a su criterio, no se justifica.

A mediados del siglo pasado, Ximen Nao, un terrateniente chino, muere a manos de sus siervos al estallar una revolución agraria comunista. Ya en el inframundo, reclama con insistencia por una muerte que, a su criterio, no se justifica. En respuesta, es devuelto a la vida en la misma comunidad en que habitaba, pero esta vez en el cuerpo de un naciente burro, que pertenecerá a uno de sus antiguos servidores.

No, no es el preámbulo de una historia de revancha social entre un amo y su siervo. Crecer y vivir en el cuerpo de un burro es una vía que le permitirá ser testigo y narrador de los cambios políticos y sociales que se producen en esta región rural de China, con la llegada de la denominada Revolución Cultural.

Pero esto solo como contexto, pues el narrador se centra en lo que ocurre con su familia: su esposa, sus dos concubinas, los dos hijos que tenía con la primera, los nuevos esposos de ellas, así como con la suerte de sus anteriores propiedades y su mansión familiar, convertidos ahora en bienes comunitarios.

Tras su muerte como burro, y pese a sus reiterados reclamos cada vez que vuelve al inframundo, Ximen Nao es reencarnado sucesivamente como buey, un cerdo y un perro, hasta volver finalmente en forma humana. (De allí, obviamente, el título de la novela).

A través de ellos sigue como testigo de la historia de su familia y de sus nuevos descendientes hasta llegar a una tercera generación -sus nietos- ya en los inicios del siglo XXI. En ese sentido, es una gran saga familiar.

De manera paralela, el contexto de esta saga permite apreciar las “reencarnaciones” políticas y sociales chinas de este periodo: la sociedad de estilo feudal en que vivía Ximen Nao; luego la de comunismo radical que pretendió borrar todo rezago de propiedad privada; y una tercera que al final termina abriéndose a iniciativas más bien “capitalistas”.

Ximen Nao y sus reencarnaciones no son los únicos narradores. La obra también le presta voz a otros personajes, lo que permite ver la historia desde distintos puntos de vista.

Además, los animales en que se reencarna también tienen una vida como tales: nacen, luchan por la comida, crecen, se aparean, viven de su fuerza o sentidos, envejecen... Tienen sus propias desventuras.

El relato de estos cambios y de las situaciones está matizado con humor -a veces ocurrentes otras ácido- con ironía y una exageración ‘creíble’ que evoca la del realismo mágico. Sobre todo, para un lector occidental que ya de entrada ha sido sorprendido y atraído por el tema de la reencarnación.

También sorprende que el propio Mo Yan se incluya entre los personajes, también como un escritor. Un personaje presente de modo activo a lo largo de la historia

Por cierto, la obra está ambientada en Gaomí del Norte, la región donde nació el Mo Yan autor. Y hay numerosos textos del Mo Yan personaje, citados por los narradores:

“El alma de un hombre encerrado en el cuerpo de un burro / Los acontecimientos del pasado flotan como las nubes / Todos los seres renacen entre los seis caminos, plagados de amargura / La llama del deseo no se puede apagar, los sueños persisten / ¿Cómo es posible que no recuerde su vida pasada y pase los días como un burro satisfecho?”.

Claro que, la mayoría de veces, es citado no para alabarlo, sino más bien para criticarlo y poner en duda la veracidad de lo que cuenta.

“En su obra ‘El burro negro’, Mo Yan echó la culpa del envenenamiento del burro de la familia Hang a Huang Tong, y aunque relató lo que parecía ser un caso cerrado, ¿quién se va a creer lo que escribe un novelista?”.

En ese sentido, esta extensa novela permite hacerse una fundada opinión del Mo Yan autor. De su estilo y del mundo que crea y recrea. Y de la verosimilitud de lo que escribe.