Michael J. Fitzpatrick es el embajador de Estados Unidos en Ecuador.

Michael J. Fitzpatrick: “La gente merece tener mejor vida”

Al diplomático estadounidense le fascina la comida peruana. Pedalear su bici es su terapia para alejarse de problemas y frustraciones.

Es un deportista de ciclismo que se toma su afición en serio, pues lleva su bicicleta desde los cinco años de edad a todas partes. Tiene claro que su vida es la oportunidad para ser, básicamente, feliz. Más allá del dinero o la fama, es la felicidad lo que ha buscado, a tal punto que dejó una trayectoria empresarial y rica porque el aburrimiento no lo hacía dichoso.

“Varios años después de recibir mi licenciatura en esta rama para el sector industrial terminé más rico y más aburrido porque sabía que eso no era todo. Debe ser porque soy hijo de un militar. Mis padres vivieron en distintos países del mundo y en varios estados de los Estados Unidos, pero soy de Washington, la ciudad que encierra mucho de lo internacional, al igual que Nueva York, y eso lo llevo en la sangre. Es parte de lo que realmente soy”.

Michael J. Fitzpatrick hace montañismo, senderismo, ciclismo y deportes al aire libre. Y creo sinceramente que eso de disfrutar del aire libre pasa por su personalidad, pues su enfoque, en toda la charla, gira alrededor del valor de los sueños.

“Hice una maestría en Asuntos Internacionales. Tuve un negocio exitoso que me dio la satisfacción de haber hecho lo correcto al servir a los demás y ayudarlos a resolver sus problemas; y esa pasión de manejar conflictos, aunque de otro tipo, la siento en el ámbito internacional”.

Claro, no son los mismos.

Por supuesto. En el negocio informático, cuando hay un proyecto que resolver, haces cálculos, ajustas y resuelves. En el mundo diplomático, a veces nos toma años ver los resultados y darnos cuenta de si algo ha tenido éxito o no.

En esa aventura internacional, me contaron por ahí que con relación a Perú no solo quedó fascinado con la comida...

Si, es correcto. Confieso que la comida peruana es mi favorita, me encanta la variedad que ofrece y el orgullo nacional que representa para ese país. También me gustan las mujeres peruanas, tanto así que me casé con una hace años y tenemos una hija adulta que vive en Nueva York. Ella ya terminó su licenciatura y está trabajando mientras decide qué hacer con su vida.

Mientras ella piensa, ¿usted cómo aconseja?

Como diplomático veo lo necesario que es ser flexible, adaptarse a varios idiomas, culturas, cada dos o tres años empezar de nuevo o desde cero en hacer amistades nuevas. Para los hijos eso es difícil. Puedo aconsejarla mostrándole los beneficios y desventajas en los caminos de la vida. Cuando ella salió de casa le dimos valores y principios intactos y los usará para decidir su vida. Además tiene una personalidad fuerte y es combatiente. Sería una muy buena abogada.

¿Argumenta bien?

¡Me gana en cualquier debate que hacemos en la casa! Es muy inteligente, heredó mucho de su mamá, es aventurera, le gusta viajar, explorar y aprender. Habla tres idiomas, inglés, francés y español, mejor que yo.

Hablando de jóvenes, ¿cree usted que las nuevas generaciones valoran suficientemente los acuerdos en el mundo?

Deben valorar lo necesaria que es la paciencia, no se puede hacer todo rápido. Lo importante es lo que tienen en su cerebro. Todos tenemos que conocer lo que cuesta y colaborar en ello.

El diplomático tuvo a los cinco años su primera bicicleta, en una época en la que dicho vehículo era una actividad de adultos. Nunca le llamaron la atención los carros ni nada de moda, prefirió trasladarse en su bici o trotando. A los 15 años recorrió 200 millas (cerca de 321 km) con un grupo de amigos, con quienes hizo un viaje de cuatro días desde Pensilvania a Washington. Con el pasar del tiempo disfruta más de pedalear, no solo por deporte, sino porque es su forma de escapar de problemas y frustraciones.

El embajador se muestra como un ser humano sensible. Confiesa que tiene problemas como cualquiera, desvinculándose de esa imagen casi perfecta a la que generalmente se fuerza a la diplomacia. Y quién sabe si todo ello es porque, como él dice, “soy una persona que ha sido tocada por varias realidades en la gran familia humana. Me impresionan sus retos y veo que hay gente que tiene peores crisis que las mías y eso despierta en mí mucho respeto, porque esas personas con menos herramientas o pocos regalos de vida que tienen han podido superar grandes dolores. ¡A veces uno se frustra por tan poco y olvida que hay gente que tiene mayores problemas!”.

Creo que todos, desde nuestras respectivas casas, soñamos con un mundo más justo. ¿Y usted, como diplomático?

Más justo también, en donde los gobiernos sirvan al pueblo y no viceversa. Los estados están para proteger los derechos fundamentales de los ciudadanos y/o visitantes y para que todos tengan acceso a mejores oportunidades. Un mundo en el que sin importar dónde naciste o dónde estudiaste, o quién es tu tío especial en la vida, lo que importe es lo que llevas dentro de tu cabeza y el corazón.

¿Cómo se proyecta cuando esté jubilado?

Sentado con un pedazo de tarta de manzana

¿Washington o Nueva York?

En las montañas quizás, pero comiendo bien y montando bicicleta para bajar la panza.

Personal

- Cargo: Embajador de Estados Unidos en Ecuador.

- Estudios: Licenciatura en Informática para Servicios Industriales.

- Maestría en Asuntos Internacionales.