Mentiras “oficiales”

Si se admite que tan solo su búsqueda, filosóficamente hablando, es una tarea permanente y siempre complicada, bien se entenderá que el ejercicio de la verdad, “sin temor ni favor”, tal cual se decía antes, requiere cualidades especiales, virtudes ciudadanas si se trata de asuntos que atañen al interés común, al denominado interés público.

Tal vez por ello la mentira cunde en las declaraciones de los funcionarios de todos los niveles y en todo tipo de circunstancias, de modo que algunas mentiras son parte del arsenal cotidiano de sus declaraciones.

Señalar por ejemplo que a Julian Assange se lo dejó sin internet “en razón de una decisión soberana” y que “el Ecuador no cede ante presiones de otros países” no se lo cree ni quien mandó a escribir el boletín de la Cancillería donde tal cosa se expresa. Por supuesto, los que carecen, presumen.

Lo que queda claro es que en nuestro territorio y aun cuando se lo requiere en el extranjero: “El Ecuador en ejercicio de su derecho soberano, ha restringido temporalmente el acceso a parte de su sistema de comunicaciones en su Embajada del Reino Unido”. Pareciera que nos estamos volviendo expertos en ese tipo de asuntos. Cuestión de práctica debe de ser. De mucha práctica cumplida. ¡Ojalá no dejen un manual para uso del próximo gobierno!

Otra mentira, en razón de la exageración que comporta, es la que intenta constituirse en argumento para solicitar la presencia de los alcaldes en los asuntos que sobre temas de ciudad se discutan en el seno de la ONU. El burgomaestre Rodas se permitió decir: “Cuando se discuten temas urbanos nadie tiene la visión que tienen los gobiernos locales, nadie entiende mejor el territorio como los gobiernos locales, ni tampoco hay quién entienda mejor la problemática ciudadana en las urbes, como lo hacen los gobiernos locales”.

Respaldando el propósito, sin negar su experticia en temas urbanos, eso de nadie deviene en exagerado. Nadie entiende mejor los problemas que quien los vive en carne propia: la gente de los barrios. A ellos hay que darles voz libre, capacitándolos y organizándolos: ciudadanizándolos.

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