Magisteres, no maestros

En este mes la mayoría de universidades de la costa inicia otro ciclo académico. Si se cumplieran las previsiones del anterior jefe de la educación superior, René Ramírez, hay mucho más de los 4.000 doctores en Filosofía (PhD) que ya había hace dos años y más de 8.000 magísteres dando clases allí. Y otros tantos haciendo cola.

Ramírez creía que los títulos habilitan dar cátedra. ¿De dónde habrá sacado tal despropósito? Un máster es alguien que se especializa en el área de su saber; y un doctor quien investiga un tema de su especialidad. Eso les da conocimiento, sí, pero no los vuelve profesores. Sostener en un título el valor de la docencia es erróneo. En Suecia, por ejemplo, los maestros son considerados “profesionales habilitados para transmitir el conocimiento”; se los capacita y se los especializa. Aquí no: aquí nos encantan los polifacéticos en cualquier área. La razón es simple: en tierra de mediocres, los todólogos reinan.

No es verdad que el profesor nace. Se debe valorar la vocación, pero la clave es el aprendizaje. No puede transmitir algo quien no sabe cómo hacerlo. La eficacia del proceso educativo pasa por el cómo, tanto como por el qué, puesto que no solo debe buscar transmitir saberes, sino inspirar acciones de cambio. Y lograr que los alumnos más que conocer algo, lo entiendan... Muchos de los miles de magísteres creen que ya pueden ser maestros, y no es verdad. Por ahora y en pedagogía, tienen poco y nada.

Para Ramírez, en cambio, la nada son otros. Para él no podrían haber sido profesores Da Vinci, Newton, Galileo, el rey Salomón o la escritora más leída de la historia, Agatha Christie. A Mozart lo mandaría para su casa. Y Steve Jobs no podría dar un seminario: el ‘pobre’ no fue ni licenciado.

Bien haríamos en entender lo que recomienda el premiado como “mejor profesor del mundo”, el ghanés Patrick Awuah: “hay que estudiar ética y empatía antes que una ingeniería”.

Tanto máster y doctor no sirven por sí mismos para resolver un problema estructural que estuvo en manos de farsantes intelectuales. No entendieron ni lo básico: que los títulos no dan pedagogía.