
Los ‘Frikis’ que se inyectaron el VIH en Cuba
Los últimos sobrevivientes de la comunidad de músicos cubanos que se inoculó el virus hace 17 años
Los primeros casos de VIH en Cuba fueron registrados en 1983, apenas un año después de que se le haya dado a esta enfermedad el nombre: síndrome de inmunodeficiencia adquirida; para esa época aun se conocía muy poco sobre el virus. Esto provocó que no sea sino hasta después de tres años, que en la isla se empezaran a crear centros de diagnóstico en las diferentes provincias cubanas. Los primeros casos y estudios fueron realizados de manera agresiva y eficaz. Los recursos no eran un gran problema, pues en ese entonces parte de la economía de Cuba estaba subsidiada por la ‘ayuda desinteresada’ de la Unión Soviética. Lo cual le permitía gozar de cierta estabilidad no solo en aspectos económicos y militares, sino también en otras esferas, como el bienestar social.
Cuando se reconoció públicamente sobre el brote de una pandemia de SIDA entre 1989 y 1990, Cuba tenía 10.6 millones de habitantes, de los cuales 1000 ya estaban infectados por el virus según el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/sida. La reacción inicial del gobierno fue instituir una serie de políticas y medidas sanitarias. Parte de esta maniobra fue desarrollar una campaña masiva y obligatoria para tomar muestras de sangre a toda la población mayor de quince años y sexualmente activa. Con esta campaña se pretendía identificar a las personas infectadas con el virus para aislarlos y así evitar la propagación de la enfermedad. La ‘cuarentena forzada’ se llevó a cabo en el sanatorio finca ‘Los cocos’, en La Habana, el cual fue el primer establecimiento dedicado a este propósito. Las condiciones de vida en estos sanatorios eran las apropiadas para tratar a los internos. “Tienen una casa, aire acondicionado, TV en color, el 100% de su salario y una dieta alta en calorías y rica en proteínas. Nadie tiene tanto” declaró el doctor Jorge Pérez, exdirector del sanatorio cerca de la Habana.
Pero el ocaso de la Unión Soviética en 1991 trajo consigo el fin de la ayuda financiera, provocando una devastadora crisis económica en Cuba. Todos los sectores se vieron afectados; los sanatorios y las políticas de prevención no fueron la excepción. A partir de 1993 la ‘cuarentena forzada’ terminó oficialmente y desde ese momento surgieron inolvidables historias relacionadas a la vida de portadores del virus. Algunos fueron presionados para ir contra su voluntad y otros encontraron en estos centros la única forma para sobrevivir.
Al ser Cuba un estado socialista, su principal característica es, entre otras, que su sistema de salud sea gratuito y de fácil acceso. Todo el mundo tiene derecho al mismo nivel de atención. Esto provocó que muchos de los internos de los sanatorios no quieran volver a salir. Incluso aquellos que fueron ingresados a la fuerza por motivos de la ‘cuarentena forzada’, una vez ‘abiertas las puertas’ en 1993, no querían irse, pues adentro estaban a salvo considerando que Cuba fue uno de los pocos países que tomó medidas inmediatas para controlar la epidemia hasta que embistió la crisis por supuesto.
En esa época, el gobierno tenía que enfrentar por un lado una dura crisis económica y por el otro, mantener a los subversivos de las calles bajo control. La policía frecuentemente acosaba a vagabundos y grupos minoritarios rebeldes. Entre ellos, surgió una pequeña comunidad de músicos astringentes que fueron denominados ‘Frikis’ por su rebeldía y peculiar apariencia. Se dedicaban principalmente a tocar ‘punk’ y ‘vivir la vida’. Compartían todo; desde un vaso de ron y jeringas, hasta sus parejas e ideología. Entonces sucedió lo que se esperaba, el SIDA se expandió en Cuba producto de la debilitada economía por el desmoronamiento del pacto con aliado soviético.
En estas condiciones, el lugar más seguro para sobrevivir tranquilos y poder hacer música, que era lo único que les importaba en ese momento, eran los sanatorios. ¿Pero, cómo acceder a este ‘privilegio’ estando sanos?
Gerson Govea de 42 años, contó para diario El País, que varios de sus amigos ya lo habían intentado y aunque algunos murieron, aun así decidió inyectarse el VIH para poder ser aceptado en uno estos sanatorios. Han pasado 17 años desde que se inoculó el virus en busca de un poco de paz. “Conseguí un amigo que me dio la sangre, yo mismo se la extraje y me la puse” relata Gerson. Dentro del sanatorio conoció a su actual esposa, Yoandra Cardoso, quién contrajo el virus años antes por contagio sexual y producto de ello, le tuvieron que amputar sus dos piernas. El plan resultó, pues al infectarse del virus logró ser aceptado en un sanatorio donde se le garantizó comida, refugio y los antirretrovirales necesarios para poder sobrellevar la enfermedad. No se arrepiente, piensa que fue una buena idea, sin embargo, Gerson confiesa que nunca pensó que la cura tardaría tanto en llegar. María Gattorno, gestora cultural cubana, afirma que los ‘Frikis’ “calcularon mal”, pensando que la cura para el SIDA llegaría pronto.
El sanatorio donde vivían, cerró en el 2010. “Nos quedamos aquí prácticamente como ocupas”, dijo Yohandra para diario El País. No tuvieron que pasar mucho así. El estado cubano finalmente atendió la necesidad de dos de los últimos ‘frikis’ de la isla y les garantizó un tratamiento gratis de por vida. Además, les donó una casa en los terrenos del antiguo sanatorio, que hoy está decorada muy al estilo del ‘punk’.
En Cuba actualmente existen, según el último reporte, 22.000 personas infectadas con VIH. Los avances de la ciencia no se detienen y según el portal CUBANET los científicos de la isla ya prueban la vacuna TERAVAC-VIH, desarrollada en el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología de La Habana, diseñada para reducir la carga viral de pacientes con el virus y mejorar la calidad de vida de los enfermos.