“Memento mori”
Tras los acontecimientos de Argentina, Brasil y Venezuela es necesario recordar que en la antigua Roma, los césares y generales triunfadores en las batallas desfilaban en carruaje llevando un esclavo que sostenía sobre su cabeza una corona de laurel, como símbolo de victoria, susurrándole al oído la frase latina: “memento mori”, que significa “recuerda que morirás”, denotando las limitaciones de la naturaleza humana, para impedir que incurriese en la soberbia y pretendiese, a manera de dios omnipotente, usar su poder ignorando los límites impuestos por la ley y la costumbre. La frase evitaba que olvidara que solo era un hombre y que todo acaba. La historia señala a muchos supuestos césares vencedores de batallas electoreras, que emergen como emperadores luego de grandes campañas de proselitismo estatal y que se endiosan con tanta facilidad que sustituyen al esclavo susurrador con acólitos aduladores que ocupan cargos públicos, actuando como si fueran a durar toda la vida. Investidos de la misma prepotencia y autoritarismo del César, hacen que el pueblo obnubilado por promesas y destellos, clame: “Ave, Caesar, morituri te salutant”, sin vislumbrar que caerán víctimas de ideologías fracasadas en otros países. En nuestros días existen gobernantes que olvidando su condición humana, transmutan humildad por arrogancia y tal vez creyéndose predestinados, conducen la República cual antiguo imperio, rumbo al caos y la debacle, sin recordar que un pueblo con hambre y hastiado por la corrupción suele sublevarse o revelarse, como pasó y pasará con el Partido de los Trabajadores, el kirchnerismo y el madurismo.
Cuando no hay quién susurre al oído y el monarca se vuelve omnímodo, la República llega a la degradación que llegó Roma y cual guardia pretoriana, las tropas son las únicas que mantienen al régimen, convirtiéndose en obsecuentes o mercenarias. El poder, como la vida, inexorablemente termina y siempre aparece un Bruto, que con otros fines, reemplaza al esclavo que recordaba al gobernante que solo es hombre y por ende, mortal. Todo acaba.
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