
“Me preocupo por transmitir la historia al lector joven”
José Antonio Gómez Iturralde nos recibe en su casa en la vía Samborondón para hablar sobre su onomástico y sobre el tema que lo apasiona, la historia de la ciudad que lo vio nacer.
Durante muchos años se dedicó a la ganadería y a la construcción. ¿Cuándo y cómo nació este amor por la historia que luego cambió el rumbo de su vida?
Toda la vida me gustó la historia. Era una de las materias en las que más me destacaba en el colegio. Pero era una historia mal enseñada, escrita por comerciantes, no por historiadores. La historia de Guayaquil es una historia tergiversada, mal enseñada, mal intencionadamente ocultada... Luego en la adultez, siempre pensé en escribir un libro, pero no sabía de qué, porque no me interesaban los géneros tradicionales. Mi primer libro fue sobre la genealogía de mi familia. Ahí descubrí que me gustaba la investigación histórica.
Eventualmente se hizo cargo del Archivo Histórico del Guayas...
Sí. Cuando llegué era muy chiquito. Tardé unos dos años en conseguir el apoyo del Banco Central para ampliarlo, pero eventualmente se ocupó toda la cuadra. Ahí se hizo la sala de lectura, la sala para investigadores, el auditorio y 9 aulas en la parte alta. En esas nueve aulas se daban cursos de capacitación para maestros, también charlas con estudiantes, para hablar de historia. Cuando llegué había 20.000 tomos, cuando me fui, 60.000.
Hablemos un poco de sus obras. ¿Cómo ha sido el proceso de investigación y escritura?
Bueno, después de ‘Gómez, una familia guayaquileña’, continué el trabajo de mi amigo Aurelio Carrera. Él había escrito un libro sobre 29 nombres de calles de Guayaquil. Cuando falleció, pensé, en memoria de él, hacer un libro sobre las calles y salió un trabajo de tres tomos. Fui avanzando. Luego me dio por investigar sobre el periodismo en Guayaquil, del que también salió una obra de tres tomos. Esa obra me tomó tres años y terminé con una alergia respiratoria terrible. Desde entonces abro un libro viejo y empiezo a toser.
-Ríe al recordar las peripecias de su afición a la historia.-
Actualmente se desempeña como curador cultural del Club de la Unión...
Sí. Hace un par de años, el directorio del Club decidió, dada toda la experiencia que tenía, que me haga cargo de todas las áreas culturales y de la biblioteca. Ahorita estamos en el proceso de automatización de la información. La idea es que eventualmente esa biblioteca sea de acceso público a estudiantes de colegios y universidades. Hemos compactado 10.000 tomos. Aún falta, el Club tiene 60.000 tomos en total.
¿Está trabajando en alguna nueva obra?
Le he propuesto al Club hacer una colección de obras con las que se rendiría tributo al bicentenario.
También tengo un libro inconcluso en el que estoy trabajando. Es un libro que reúne el proceso independentista de Guayaquil, pero diferente a lo que estamos acostumbrados. No me gusta citar demasiados detalles, prefiero citar orígenes, consecuencias, plantear hipótesis, hacer análisis. Ordinariamente la historia se vuelve una cosa pesada, difícil. A mí me gusta hacerlo ameno; me preocupo por transmitir la historia al lector joven.
¿Cómo ha festejado estos noventa años?
Yo celebro mi cumpleaños cada cinco años. En esta ocasión festejamos en el club de la ciudadela. Entre hijos, nietos y bisnietos somos setenta y siete personas y casi todos acudieron. Recibí muchos mensajes en Facebook también, de parientes, de amigos que no he visto en años. Ha sido una semana de fiesta.
¿Considera que la edad es una limitante?
No. Creo que los viejos no deben encerrarse en la casa, eso quita las ganas de vivir. Yo soy un viejo callejero; trabajo, veo a mis amigos. En las mañanas trabajo en mis artículos, veo películas en Netflix. En las tardes voy al Club de la Unión. Una vez por semana nos reunimos con un grupo de amigos a tomar unos vinos y conversar. Hablamos de todo, menos de mujeres, porque solo los viejos hablan de mujeres, y nosotros aún estamos jóvenes.