Latino-estadounidense
Resulta difícil entender a los latinos en EE. UU. Cuando Trump asumió el cargo contaba con respaldo del 31 % de la población latina. Ahora con 50 %, después incluso de los niños en jaulas como política migratoria. ¿Cómo explicar este comportamiento? Primero: ya empezó la carrera presidencial. En un país polarizado, los candidatos demócratas deben alejarse del discurso de Trump.
Al correr como su contrincante se convierten en el imaginario del electorado en su opuesto. Si Trump abandera la “extremo derecha”: conservador en valores, proteccionista en materia económica, mano dura en migración ilegal; lo que “queda” en la construcción del personaje contrario es ser progresista. Liberal en principios, centro-izquierda en materia económica y a favor de una reforma integral migratoria. Esa antítesis tal vez funcione en otras poblaciones del país, pero no entre los latinos.
Primero, en escala de valores se asemejan a los evangélicos extremistas americanos. Conservadores en su esencia. No se identifican con el discurso demócrata en temas como aborto, ni políticas de género, inclinándose más por el discurso actual de la Casa Blanca y del partido que representa: revisar estas leyes, y si es posible, revertirlas. En lo económico, lo último que quieren oír es un discurso “social” que se asemeje al que por tanto tiempo escucharon en su tierra natal.
Venezolanos, cubanos, siendo testigos de un candidato demócrata (exalcalde de NY, Bill de Blasio) citando al Che: “Hasta la victoria, siempre”. Receta ideal para espantarlos a todos. Con Trump, además, cuentan con la esperanza del castigo americano a sus respectivos regímenes. Del lado demócrata, candidatos como Bernie Sanders aún se abstienen de calificar a Cuba y Venezuela como dictadura.
¿Y sobre la migración? Ahí entramos al terreno social. Los latinos ya establecidos “con todas las de la ley” en EE. UU. buscan frenar la inmigración irregular. En parte porque no quieren ser identificado con quienes cruzan la frontera a pie, ni social ni económicamente. Distanciarse del “invasor” para no ser catalogado como tal. ¿Autodefensa? Tal vez. Aunque su voto parece más de ataque.