El vicepresidente Jorge Glas visitó ayer Guayaquil con una agenda intensa que incluyó recorridos puerta por puerta en tres distintos sectores populares de la ciudad, un almuerzo con jóvenes, un conversatorio con mujeres y personas con discapacidad y una n

Jorge Glas asoma la cabeza

El contraste es evidente. Glas, cuyo rostro se estampa en la misma papeleta junto a Lenín Moreno, apenas y posó detrás del candidato principal el 19F. Tampoco estuvo en la tarima de la anticipada celebración verde flex ni, días antes, en la del cierre

Ataque como defensa. Luego de una primera vuelta cabizbajo y acorralado por las denuncias de corrupción, el vicepresidente y candidato Jorge Glas (PAIS) se asoma a la campaña.

El número dos del oficialismo pisó ayer Guayaquil para consolidar una progresiva estrategia para recuperar su presencia pública que inició inmediatamente después de que el binomio no alcanzara la victoria en primera vuelta.

El contraste es evidente. Glas, cuyo rostro se estampa en la misma papeleta junto a Lenín Moreno, apenas y posó detrás del candidato principal el 19F. Tampoco estuvo en la tarima de la anticipada celebración verde flex ni, días antes, en la del cierre de campaña. Su ausencia notoria se arrastró durante toda la campaña, cuando solo aparecía en la camioneta custodiada que evitaba el contacto popular o en las ruedas de prensa sin opción a preguntas que evitaban la incomodidad.

La estrategia ha cambiado. El vicepresidente “más auditado de la historia”, como dice de sí, ha vuelto a la calle y la campaña activa y a los medios de comunicación que no pisaba desde hace casi un lustro.

En el nutrido archivo de la comisión de Fiscalización de la Asamblea Nacional reposa un pedido de comparecencia del número dos, desde diciembre pasado. Pero nada más acabado el carnaval, Glas fue más allá. Y se presentó ante la Fiscalía General para pedir una investigación. Aunque el fiscal Galo Chiriboga aseguró ayer que el vicepresidente dispone de “otras vías” para la denuncia que presentó, que es de carácter privado, la visita valió una foto y un mensaje: por primera vez ponía cara al tema que evadió durante la primera vuelta, la corrupción.

Al día siguiente de ese encuentro, un colectivo autodenominado ‘Los amigos de Glas’ reforzaron su imagen con una cena en un lujoso hotel guayaquileño. La adhesión de 100 dólares por persona valió para un comunicado público que rechazaba las difamaciones contra su amigo, Jorge Glas.

Hecho ante la justicia y ante la sociedad civil, faltaban los medios. De todo tipo: desde su casa ante una amable periodista de RTS, mostrando papeles con los saldos de sus cuentas, dando voz a su esposa e hijos sobre la afectación por las denuncias contra la cabeza de la familia Glas; desde el afín canal Telesur, con un presentador a la medida, Jorge Gestoso, el periodista extranjero más solicitado por la cúpula verde flex; e incluso ante Andrés Carrión en Teleamazonas, un canal que no pisaba desde su época de candidato, en 2013.

En todas las entrevistas el tema es el mismo, la corrupción. En todos los encuentros las frases se repiten: “ni robo ni dejo robar”, por ejemplo. En todas las citas la conclusión es la misma: el vicepresidente ha salido del rincón.

Como defensa, el ataque. Desde el blindaje que conceden el hecho de que “todas las sospechas de corrupción apuntan a Jorge Glas”, como reza el mantra que ha repetido el candidato opositor Guillermo Lasso desde finales del año pasado, el candidato y vicepresidente se refugia en la marcada lógica oficial: “¿Dónde están las pruebas?”, ha replicado en la última semana. Y ha llegado incluso a negar, como lo hizo el domingo último, responsabilidad política en la corrupción comprobada y sentenciada de las áreas estratégicas, un postulado que contradice las palabras del presidente Rafael Correa: “Somos responsables políticos de la corrupción”.

Ahora, el vicepresidente recorre las calles a pie y entra a los hogares y responde a la prensa. Está claro: ha decido pesar menos en el camino al 2 de abril.