Actividad. Una joyería, ubicada al centro de la ciudad, reemplazó sus vitrinas con alhajas por ropa. Lo hizo debido a la baja demanda del oro.

La inseguridad cierra las joyerias

Según el SRI, en el 2017 195 establecimientos cesaron su actividad en el país. Los que quedan apuestan por combinar actividades o usar otros materiales.

De los ochenta metros que su local tenía para exponer sus joyas, solo quedan cinco. El resto está dedicado a la muestra de vestidos. Y de las décadas en que el oro era sinónimo de estatus, queda poco rastro. No, los compradores no han dejado de deslumbrarse por el brillante metal, sino que la inseguridad acorrala a los clientes; así lo señalan clientes, joyeros y expertos consultados.

“Hace muchos años sí lucía cosas de oro, pero ahora muchos robos no permiten que uno compre joyas”, comenta Margarita Pinto, mientras se dejaba impresionar por los diseños de alhajas, que no adquirirá por temor.

La demanda ha bajado y eso lo reconocen los dueños de joyerías, que ven cómo sus compañeros de negocios cierran. “Cuando yo inicié, hace treinta años, en mi calle había nueve joyerías. Ahora solo quedan dos”, comenta Kléver Arias, dueño de un local que ha combinado moda con joyas para regular sus ingresos.

Pero esta no es la única apuesta de este sector para sobrevivir. La plata y el acero han ingresado a sus vitrinas. “Antes jamás hice un anillo de plata para novias. El primero lo hice hace cinco años”, cuenta Martha de Yépez, dueña de la joyería que lleva su nombre y que desde hace 78 años está presente en la ciudad.

La reducción en volumen de ventas varía de una joyería a otra. Por ejemplo, Arias explica que en el 2013 en su local trabajó alrededor de 400 gramos de oro, mientras que el año pasado llegaron solo a 150. Ni siquiera las épocas de incorporaciones, fechas en las que más se encarga anillos de graduación, han logrado mitigar el problema.

Para el sociólogo José Vicente Sandoval, lo que él llama la ‘crisis de las joyerías’ se debe a que “el oro representa riqueza y poder económico, entonces los delincuentes fijan allí su mirada porque la seguridad, especialmente en nuestro país, está realmente cuestionada”. Sin embargo, él prefiere ser optimista y creer que este factor no llevará a la extinción de estos establecimientos. Aunque cifras como que hasta octubre del 2018, 38 joyerías de la provincia del Guayas dejaron este negocio o que a Martha de Yépez, sus clientes le confiesen que las joyas solo las usan en casa o en fiestas, señalan lo crítico de la situación.

Los joyeros no tienen siquiera un gremio organizado que los represente. Las muertes de sus principales directivos y migraciones de los empresarios que dejaban el arte de los materiales preciosos han provocado que su organización se fragmente.

Bertha Valencia es otra de las joyeras que se une al clamor colectivo de más seguridad. El establecimiento que preside tiene casi nueve décadas y aunque ama el negocio, no descarta liquidar su mercadería. “Ya ni existen las joyerías de oro. La inseguridad ha hecho que los talleres cierren y la gente se quede desocupada. La economía tampoco ayuda”.

Incluso, los joyeros han sido víctimas de la delincuencia cuando a sus establecimientos llegan ladrones en busca de lo que no les pertenece. Por ejemplo, a Joyería Marthita le sustrajeron aproximadamente $ 50.000 en joyas en los últimos días del pasado agosto. Tres semanas antes hubo otro atraco a un establecimiento similar y en el mismo sector.

A pesar de lo adverso, todos los joyeros consultados concordaron en que más que una pieza, la prenda que entregan a sus clientes tiene valor. Con ella declararán su amor, recordarán sus logros académicos o simplemente se las regalarán a nuevas generaciones con la esperanza de que los recuerden. Después de todo, diseñar cada joya es un trabajo especial, amenazado por los embates de la delincuencia.

Otros factores

Desconfianza

Algunas joyerías engañaron a sus clientes con el proceso de laminado o en el peso de las alhajas. Estas acciones provocaron una desconfianza generalizada sobre los productos, que desemboca en la disminución de su compra.

Economía

La crisis económica es otro de los motivos que incide en la baja demanda. Al no ser un producto necesario, sino más bien “de lujo” la adquisición de joyas es relegada a segundo plano. A eso se le suma que el costo por cada gramo de oro supera los $ 50.

Clientes

Ahora los migrantes solo cotizan

Tras el feriado bancario y el éxodo masivo de ecuatorianos a otros países, las joyerías percibieron un repunte. Al volver, los compatriotas acudían a estos establecimientos para pedir que les diseñen alhajas. De esta manera, ellos se convirtieron en un interesante grupo de clientes para las joyerías.

Sin embargo, la crisis en los países receptores como España provocó la disminución de la compra de joyas, sobre todo en oro. Según uno de los joyeros consultados, retornan para pedir cotizaciones y cada vez son menos los que encargan las prendas.