A quien importa
Que llueva dentro de las clases por las filtraciones en losas o goteras, a nadie importa. Que los niños y jóvenes caminen en el barro y resbalen en el lodo para ir a escuelas y colegios, a nadie importa. Que en las ciudades los niños avancen a sus estudios con el agua a los tobillos o más, tampoco importa. Que los patios de recreo y las aulas estén anegados, ¡qué les importa! Que mosquitos y todos los insectos invernales generen afecciones e infecciones, es lo de menos. Que la dignidad humana se lastime, ¡qué más da! Total, si son solo niños y jóvenes de la costa, lejos de planta central. Lo importante es mantener el capricho no aconsejado de trabajar hasta febrero.
En efecto, sabemos que hace algunos años, ante la visita de un alto personaje del Gobierno a un colegio milagreño, en el mes de abril, viendo el agua en el entorno del plantel, se dispuso el cambio. A la sazón, Milagro no contaba con alcantarillado y no se consideró que si bien en abril también hay lluvias, el ambiente áulico y la predisposición anímica de estudiantes y profesores es distinta.
Fue insensato mover el año lectivo para llevarlo de mayo a febrero, pero por supuesto, esto qué puede importar a los burócratas, que viendo una realidad fatal que les desborda son incapaces de advertir, sugerir o aconsejar al superior para que se cambie la disposición y se enmiende el error.
Febrero y marzo no crean buenos ambientes de trabajo al interior de la clase: la lluvia, el calor, la humedad, generan ambientes pesados que sofocan y exacerban los ánimos de niños y mayores; y por ello preguntamos: ¿por qué no hay la humildad de reconocer el error y volver al calendario de abril a enero?
Educar, como siempre lo hemos dicho, es un acto humano y como tal requiere de un entorno propicio para que el trabajo intelectual sea positivo, permitiendo a alumnos y profesores el enseñar y el aprender.
Con malestar, con incomodidad, el estudiante se bloquea, se fastidia, se revela y pierde predisposición para colaborar, rompiendo el binomio fundamental profesor-alumno, sin el que nada es posible en la enseñanza.
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