Taller. Margarita Segura trabaja junto a su esposo y cuñada corrigiendo los deterioros de las figuras sacras.

Las imagenes danadas se renuevan en sus manos

Entre telas y decenas de piezas que únicamente ellos conocen, se abren paso y trabajan cuatro personas en uno de los pocos talleres de restauradores que quedan en Ambato.

Entre telas y decenas de piezas que únicamente ellos conocen, se abren paso y trabajan cuatro personas en uno de los pocos talleres de restauradores que quedan en Ambato.

Entrar al taller es reencontrarse con el pasado. En el pequeño establecimiento ellos saben cómo moverse a la perfección.

El local, de 12 metros, está atiborrado de objetos, todos de utilidad, en este pequeño espacio se acomodan para darles las formas y colores a las imágenes sacras que llegan en total deterioro.

Están en la calle Colón, entre Pedro Vicente Maldonado y Fernández. Aquí se respira a tradición e historia. En este sector del barrio Primero de Mayo, centro de Ambato, todavía se observan casas antiguas de adobe, bahareque y techado de tejas. En medio de esas casas, en la número 7-35, resalta el letrero “Mantos y Ornamentos”, de Margarita Segura de Paredes, ella es la propietaria de uno de los pocos talleres que quedan en la ciudad donde se restauran las imágenes de los santos y artesanías. Pues, solo quedan cuatro que conservan la tradición.

El local tiene dos espacios: el taller, que parece un laboratorio donde están decenas de imágenes, en su mayoría del Divino Niño. También se elaboran trajes y accesorios que complementan las efigies sacras.

La otra sección es para ventas y exhibición. Afuera, en pequeñas vitrinas, se exhiben imágenes religiosas que pertenecen a otras épocas. Hay vírgenes, Niños Jesús y santos diversos. Pequeños sombreros, mantos, cunas, capas, togas y más adornos.

En este espacio se han ubicado tres mesas y en cada una se distribuye lo que deben hacer.

Utilizan yeso, fibra de vidrio y porcelana. Se arreglan todo tipo de imágenes religiosas, artesanías y juguetes. Luego de que quedan como nuevas van al área de pintado. Las manos de Galo no dejan de moverse y colocar las piezas precisas en sus obras, mientras dialoga.

En la misma habitación está Margarita, quien escucha atenta a su esposo. En la otra esquina, llegando a la puerta, se ubica Graciela Segura, la encargada de darle color y el acabado final a las figuras. Utiliza óleos, acrílicos y esmaltes, todo depende de lo que pida el cliente.

Graciela es profesora jubilada y asegura que desde que tenía 13 años se sentaba junto a su padre para aprender. En la actualidad tiene 61 y seguirá en el arte hasta que Dios lo permita, asegura.

Narcisa Rivera, la cuñada de las hermanas Segura, aprendió a pegar los adornos en las vestimentas, su trabajo se incrementa en temporada, que es cuando requieren de más ayuda por la creciente demanda.

Este oficio se volvió un arte en extinción en Ambato que muchos aprecian por tradición y también por fe. (F)