El ícono del turismo porteño abre sus puertas

El icono del turismo porteno abre sus puertas

Subirse a La Perla es abrir una ventana a Guayaquil. Desde sus cabinas se aprecia una perspectiva de la ciudad a 360 grados. El viaje es corto, novedoso, inquietante.

Un guardia guía el ingreso. “Respete la fila. Despacio”. La inmensa noria gira lento. Tan lento que no se detiene cuando sus primeros pasajeros, periodistas, funcionarios e invitados especiales se suben a sus 36 cabinas poco a poco. Van de a seis.

Estar dentro de una de ellas se siente como quien aborda una canoa. Un leve meneo hace vacilar al visitante. ¿Me paro o no me paro? La Perla es segura. Puede pararse con tranquilidad. Solo no se arrime a las puertas eléctricas.

Lo aconsejan dos cintas con letra amarilla: “No apoyarse”. Antes, los directivos de Reprolimit, la empresa que administrará la única noria de Sudamérica, dijeron que es segura, que no se abrirá nunca, que, de hecho, una vez cerrada nadie más que el personal puede abrirla, pero el letrero está ahí, por si acaso...

La cabina tiene acondicionador de aire y asientos grises, acolchonados. Hay un televisor led de 32 pulgadas y música instrumental para el viaje, que dura diez minutos.

Subirse a La Perla es abrir una ventana a Guayaquil. Desde sus cabinas se aprecia una perspectiva de la ciudad a 360 grados. El viaje es corto, novedoso, inquietante. Seguro es mejor abordarla en el día, porque en la noche, el gran Guayas se oculta en la oscuridad, aunque equilibran el paisaje las luces de la ciudad.

Si tiene vértigo, se siente incómodo o algo ocurre, hay un botón de emergencias en la parte superior de una de las esquinas de la cabina. Lo atenderán desde la torre de control.

¿Qué significa para Guayaquil la inauguración de esta mole de 57 metros? Martín Schwartz, representante de la firma Reprolimit, dice en su discurso que, desde ayer, Guayaquil ha cambiado para siempre, que La Perla, como la bautizaron, se transformará en el ícono turístico más importante del Ecuador, que estamos haciendo historia.

La cónsul estadounidense Patricia L. Fietz, que también acudió a la inauguración, está feliz: “Cada vez, Guayaquil mejora su imagen y tiene más atracciones para los turistas”.

El alcalde Jaime Nebot fue más directo: “Esto responde a ese modelo de Guayaquil que a algunos les da picazón. Que se rasquen, pues. La empresa privada es el mejor socio que puede tener un gobierno. Hay que saber negociar”.