Historias de numeros

Los números cuentan historias, pero hay que escuchar sus voces y coros con atención para entender y aprender los mensajes.

Sabía Ud. que: ¿en la década de los noventa (1990-99) la totalidad de los ingresos del Sector Público No Financiero (SPNF) fue de $24.923 millones? Esta cifra es inferior, bastante inferior, a los ingresos de un año del Gobierno RC (2011) que fueron de $31.190 millones.

¿Que el año más alto de los ingresos de RC fue 2014 ($39.032 millones)? No obstante ello, la opulencia y el desperdicio de RC fueron tales que, en ese mismo, año el déficit (ingresos menos gastos) fue de $5.274 millones. Nuevamente para comparar, el déficit de los diez años de los noventa (incluyendo el quinquenio fatídico entre 1995 –99) este fue de $2.306 millones.

Tales son las dimensiones de los números de la década que concluye, que el déficit acumulado de RC es de $24.429 millones, y que supera los $50.000 millones si se deducen de los ingresos los aportes al IESS (que en el régimen previsional pertenecen a los afiliados y no son de ningún gobernante de turno). Por si fuera poco, el déficit de RC es igual a la cifra de ingresos del SPNF en el período 2000-2006: $51.000 millones. En los frugales años de antaño, tales ingresos sirvieron para ahorrar casi $4.000 millones en los “fonditos” que desaparecieron de un plumazo.

El botín de ingresos de RC es $280.346 millones hasta la Nochevieja de este año, y un redondo $305.000 millones en gasto. Si extendemos la línea hasta el 24 de mayo, considerando que no hay presupuesto para el próximo año (una de las barbaridades de la presente legislación financiera), el gasto programado fácilmente sobrepasará los $320.000 millones.

Ponga juntos a todos los gobiernos: desde Juan José Flores a Alfredo Palacio, y estos no llegan (en términos nominales) a ¡las cifras del siglo XXI!

Con razón pensaron que habrían obrado un milagro. Pero, si de repartición de panes se trata, unos cuantos llenaron sus canastas a expensas de los que pagaron la harina, la levadura y los servicios del panadero; los más quedaron afuera. ¿Quiénes los favorecidos? Pues bien, los burócratas cobraban $3.693 millones en 2007 y pasaron a cobrar más de $10.000 mil millones en 2016. ¿Quiénes pagaron la factura? Pues, los contribuyentes, y sus $11.000 millones por concepto de IVA y del IR. Se demuestra una vez más la hipótesis que, como el Gobierno vive de los demás, su valor agregado es cero.

Las historias de números, originales del Banco Central (que más sabe de estadísticas que de dinero electrónico o de encaje bancario), son muy largas. Lo revelado es un abrebocas que, en la realidad más objetiva, pone en evidencia varias cosas. Primero, que trescientos mil millones malgastados no aseguran el bienestar del país, sino más bien su frustración secular y empobrecimiento. Segundo, que quienes pensaron que habían descubierto la nueva economía no se percataron de que el botín era efímero, y el boato insustentable. Tercero, que el gasto causó una perversa redistribución de la renta desde los propósitos productivos a los del consumo conspicuo de los nuevos ricos. Cuarto, finalmente, que es hora de cambiar de dirección, o de un ¡sálvese quien pueda!

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