
La grandeza de los Mini
Alguien lanza una frase y quien la recibe (aunque reconoce que no es verdad) siente cierto nivel de orgullo cuando la escucha. “Se casó 10 veces, pero en 45 años nunca dejó su Mini Cooper”.
Alguien lanza una frase y quien la recibe (aunque reconoce que no es verdad) siente cierto nivel de orgullo cuando la escucha. “Se casó 10 veces, pero en 45 años nunca dejó su Mini Cooper”.
El cosquilleo que experimenta en algún lado de su vanidad es porque reconoce que su relación con el ‘viejo’ auto es especial.
Edgar Ponce Acosta, un electricista automotriz, tiene uno de esos Mini más emblemáticos de entre el grupo de guayaquileños que cada jueves se reúnen en un patio de parqueo en la esquina sureste de las calles Machala y 9 de Octubre.
Tanto porque lo tiene muy bien cuidado, también por la larga historia que comparten. “No solo me movilizó por toda la ciudad, corrimos tres vueltas a la república y ganamos en una de ellas”, cuenta.
Pero no es el único de los orgullosos de la noche. Basta recorrer uno a uno los cerca de 15 carros que están estacionados en la esquina ya mencionada. Cada uno de estos luce impecable. “Tiene su costo mantenerlo así”, dice Marcos Varela Valdiviezo, quien es dueño de dos de los pequeños autos más exóticos, el Mini Moke.
“Estos fueron comprados por la Aduana, para acarrear las maletas en el aeropuerto”, dice. Los tiene desde hace 12 años.
Tanto Ponce como Varela forman parte del Club Mini Guayaquil, que agrupa a 43 dueños de autos Mini de las marcas Morris y Austin.
Nació en abril de 2012, como una inquietud de Raúl Brito Erazo, junto a la colaboración de tres miembros más.
Cada integrante es un especialista. Sabe cómo están fabricados estos vehículos, parte de su historia, en qué distribuidoras se consiguen los repuestos y en qué barrio están ubicados los talleres de los tres mejores mecánicos para sus autos.
“Tiene sus complicaciones esto de ser dueño de este tipo de carros. Pero son más las ventajas: estacionan en espacios pequeños y son cómodos”, agrega Brito, un ingeniero comercial que en dos oportunidades ha sido dueño de Mini. “Fue mi primer carro, que lo vendí por comprarme uno más moderno. Pero siempre sentí nostalgia. Por eso es que hace 18 años compré el que tengo actualmente”.
Cuando se les pregunta por qué tanta atracción por vehículos de no más de tres metros de largo y un poco más de un metro de ancho, hay quienes encuentran muchas justificaciones.
Aducen que ni siquiera los Beatles se resistieron a poseer uno en su garaje. Dicen que el Mini, con más de cincuenta años a sus espaldas, es hoy un clásico muy deseado.
Puede que muchos los definan como ‘casi un chiste sobre ruedas’. Sin embargo, como reconocen Christian Villacreces, un arquitecto, ese pequeño vehículo, un 21 de enero de 1964, con un rojo centelleante y el dorsal 37 estampado en sus puertas, se convirtió por un día en rey del panorama automovilístico al ganar el mítico Rally de Monte-Carlo.