Golpe de Estado en Brasil

El miércoles 31 de agosto, con 61 votos a favor y 20 en contra, el Senado brasileño destituyó a la presidente Dilma Rousseff para dar paso a la asunción de su vicepresidente, Michel Temer, quien desde el 12 de mayo asumió como interino luego de que el Partido de la Democracia Brasileña (PMDB), de centroderecha, y del que Temer es su presidente licenciado, se aliara a la oposición, traicionando oficialmente a su aliada, a quien con su apoyo llevó al poder. Rousseff, una exguerrillera que en 1970 fue condenada a tres años de prisión por los tribunales militares por luchar contra la dictadura, calificó el hecho como una “herida de muerte a la democracia, un golpe sin crimen”. “Es el segundo golpe de Estado que enfrento en la vida. El primero, el golpe militar apoyado por las truculencias de las armas y la tortura, me alcanzó cuando era una joven militante. El otro es ahora; por una farsa jurídica me derrocan del cargo para el cual fui elegida por el pueblo”, sostuvo. La coalición que la condenó admitió que la decisión fue política y no jurídica, cuando votó para inhabilitarla por 8 años por supuestamente haber violado la ley fiscal. En segunda ronda 42 senadores se inclinaron por inhabilitarla, 36 por mantenerle los derechos y hubo 3 abstenciones. Al no tener una mayoría de dos tercios no se aprobó la moción.

Desde que asumió como interino, Temer implementó una agenda de centroderecha -básicamente el programa del candidato derrotado en 2014, Aécio Neves-, designando un gabinete integrado exclusivamente por hombres veteranos, blancos y conservadores, tres de los cuales tuvieron que dimitir por estar relacionados con el fraude a Petrobras, cambio de rumbo -incluso en política externa- que le valió ser blanco de protestas callejeras en las grandes ciudades y hasta en los estadios de los Juegos Olímpicos de Río, con carteles de “Fuera Temer, los golpistas no pasarán”. Pero los golpistas pasaron.

¿Qué está pasando? ¿Qué mala nube empieza a abatirse contra la primavera de los gobiernos progresistas de Latinoamérica, de los pobres, de los que menos tienen? ¿Qué limpia necesitan nuestros pueblos, que no sea de sangre, para seguir el buen rumbo que estaban encontrando, sin tropiezo?

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