Golpe de Estado boliviano

Los supremacistas blancos bolivianos, los exseparatistas de Santa Cruz que repudiaron siempre estar gobernados por un presidente indígena en un país mayoritariamente indígena, enfrentados a la realidad del contundente triunfo de Evo Morales en los comicios electorales para un cuarto mandato, volvieron al antiguo expediente de tocar la puerta de los cuarteles y convencer a los altos mandos militares de que retiraran su apoyo al gobernante, lo que junto a la admisión que hiciera el jefe de las Fuerzas Armadas de haber ”sugerido” al presidente Morales que renuncie así como haber dejado sin resguardo las calles ante las manifestaciones de los opositores al régimen que exigían su dimisión, convirtió en un sainete triste la exposición de sus aparentes justificaciones para no cumplir su mandato constitucional de preservar y respetar el orden constituido. Entonces, las cartas estaban echadas ya desde el principio, donde la invitación insólita a que la OEA de Luis Almagro verifique el escrutinio, sabiendo la posición enteramente genuflexa de Almagro ante la política e intereses de EE. UU., le vino como anillo al dedo al plan de los opositores para liberarse de su flagrante derrota y pedir no la realización de una segunda vuelta electoral que habría dado similar resultado, sino nuevas elecciones en las que la condición implícita será que no participe Morales. Pero no por bien urdido el plan deja de ser lo que es: un golpe de Estado. De nuevo cuño, en cuanto logró la forzada renuncia del presidente Morales, pero de la peor especie, cuando trata de encubrir burdamente un acto de traición a la patria cometido por quienes estaban obligados a defenderla: la Policía y las FF. AA.

El gesto del presidente socialista de México, Andrés Manuel López Obrador, al haber ofrecido asilo político en su embajada de La Paz a Evo Morales, relieva la gravedad de la forma como se venían dando las cosas, ahora que una tercera vicepresidenta del Senado boliviano, sin que mediara reunión o resolución alguna del Congreso, ha asumido la presidencia anunciando el primer acto, ya ilegítimo, de llamar a nuevas elecciones y no al balotaje. ¿Será el comienzo de una carrera contra la historia, bajo los dictados de Washington y el FMI? ¿Una Bolivia de rostros blancos, vicios blancos?