La esencia del problema

El Gobierno anticipa una reacción fuerte de todos los sectores por las medidas fiscales que plantea. Es natural que la sociedad se moleste cuando se le imponen sacrificios. Vivimos un descalabro fiscal, y hemos podido mantener la cabeza sobre el agua recurriendo a la deuda. Pero esto no es sostenible, y menos en un modelo monetario de dolarización; por tanto esto es lo que ha llevado a que el Gobierno deba plantear tan impopular receta.

Para el año 2013 el déficit del Sector Público No Financiero (SPNF) como porcentaje del PIB era del 4,6 %; en 2014 fue 5,2 %; en 2015 fue 6,0 %; en 2016 la mesa quedó puesta con un déficit del 7,3 %. Para entonces solo habían dos posibilidades: salir de la dolarización y cargarle el problema fiscal a los más vulnerables a través de inflación, si se quería mantener el nivel de gasto, o recurrir a endeudamiento para ganar tiempo mientras se hacían recortes fiscales y se tomaban medidas de ajuste estructural para hacer más eficiente la economía. Se tomó la segunda alternativa, pero infortunadamente, como ocurre en nuestro país, con los ingredientes de la receta a medias, sin cambios de fondo en lo estructural. No se hizo la reducción del gasto corriente laboral; no se corrigió el subsidio de los combustibles, que representa más del 3,5 % del PIB; no se corrigió el problema del IESS, que para el 2018 se comerá casi todo el ahorro fiscal; no se logró salir de las empresas públicas deficitarias; solo para citar unos ejemplos.

Haber acudido a las multilaterales, encabezadas por el FMI, fue una decisión correcta para bajar el costo de la deuda, buscar alargar sus plazos y presentar una mejor cara a la inversión extranjera, pero si no se hacen los demás ajustes, terminaremos incumpliendo con los acreedores y pateando el problema un par de años más. Y este es el problema de fondo de los ecuatorianos, que no somos capaces de llegar a acuerdos porque al sentarnos en una mesa no confiamos en el que se sienta al lado. No estamos dispuestos a afrontar los problemas, porque siempre es más fácil el “ya veremos después”, pero el después nos está llegando.