
La escuela de La Unidad
Lo predijeron. Sentados en el este de Caracas, Venezuela, los líderes socialcristianos que acompañaron en julio a la entonces precandidata Cynthia Viteri pusieron atención a Jesús Torrealba, vocero de la Mesa de la Unidad venezolana.
Lo predijeron. Sentados en el este de Caracas, Venezuela, los líderes socialcristianos que acompañaron en julio a la entonces precandidata Cynthia Viteri pusieron atención a Jesús Torrealba, vocero de la Mesa de la Unidad venezolana.
Las dos unidades se habían citado a una charla, a la que EXPRESO tuvo acceso, para compartir experiencias de un proceso espejo. No tardaron en llegar al tema fundamental: el candidato único de oposición. El debate, camuflado en la política ecuatoriana hasta este miércoles, nació y murió tras una propuesta socialcristiana que buscó, sin éxito, identificar a los culpables del peso histórico de no haber logrado acuerdos.
“No es necesario ni deseable un candidato único en Ecuador”, dijo Torrealba a este Diario, después de la cita. En el contexto venezolano no había otra fórmula, ante la inexistencia de un balotaje. Pero en Ecuador no. El sistema contempla una segunda vuelta si nadie supera el 40 % de los votos, como apuntan las encuestas hasta el momento. Entonces las elecciones actúan como “una especie de primarias”.
El razonamiento no era nuevo. Siete meses antes de Viteri, su contendiente en la tendencia, Guillermo Lasso, había sostenido la misma conversación con Torrealba. Y como es lógico, la misma conclusión. “El caso venezolano no es el camino. En Ecuador podría funcionar un modelo como el argentino o el de Perú”, confiaban entonces los colaboradores cercanos a Lasso, suponiendo que las coaliciones fuertes debían ponerse de acuerdo una vez superada la primera vuelta. Sin confirmación expresa, esa ha sido la postura de La Unidad forjada por Jaime Nebot, que la noche del jueves, después de ver rechazada su propuesta, declaró lo previsible: ahora la lucha será “voto a voto”.
Siguiendo la recomendación, La Unidad ecuatoriana ha hecho “hasta lo imposible por una alianza perfecta” que incluya listas conjuntas nacionales y consensos provinciales que respeten la hegemonía de partidos fuertes. Allí consta la inclusión de Avanza en la Sierra; los apoyos locales en Tulcán, Bolívar o Morona; y la mismísima definición presidencial por encuestas.
Por el contraste, La Unidad ecuatoriana no ha podido materializar hasta ahora la figura de los mediadores externos, sugerida por Torrealba, para “frenar los personalismos” que generan pugnas internas y que, en este caso, representó la baja de Paúl Carrasco y su movimiento Podemos, cofundador de la coalición. Tampoco ha podido “rescatar a los movimientos del secuestro de sus líderes” que como en el caso de SUMA, del también cofundador Mauricio Rodas, ha debido ceder al diálogo del alcalde de Quito con el movimiento de Lasso, CREO. Y mucho menos ha establecido una vocería única que pueda evitar las agitadas filtraciones que resaltan las diferencias políticas y que, además de Carrasco, mantienen en el limbo al recién incorporado César Montúfar (Concertación) y su lugar en la lista nacional de legisladores.
En el recuento de Torrealba estos errores “costaron cinco diputados”. En el caso ecuatoriano las consecuencias están por verse. Ecuador se juega la Asamblea y la Presidencia.