Elogiarlos sin exagerar
El abuso ni la ausencia de ellos ayuda. La clave es la moderación, el tipo de palabras que emplee y enfocarse en el esfuerzo del pequeño.
¡Qué inteligente! ¡Eres un campeón! Usted a lo mejor ha dicho o escuchado estas u otras alabanzas, pero no son las más adecuadas para la formación de un menor. Ahora se preguntará: ¿nada de halagos? Tampoco se vaya al otro extremo.
El elogio es una herramienta que aporta a la autoestima del niño, refuerza su personalidad y el desarrollo saludable de esta, aumenta la confianza en sí mismos y sus capacidades. No obstante, tenga cuidado con las palabras que usa y su frecuencia, aconseja Evelyn Urgilés, psicóloga clínica certificada en Disciplina Positiva de Primera Infancia. Ella dice que el exceso puede crear niños vanidosos, dependientes de los enaltecimientos, poco tolerantes a la frustración y hacia las otras personas, inestables emocionalmente, con dificultad para relacionarse (les cuesta trabajar en equipo, no saben manejar el ganar o perder), con la necesidad de ser tomados en cuenta, autoexigentes consigo mismos y los demás.
Cristina Navarrete, licenciada en Ciencias de la Educación, añade dos consecuencias: una actitud mental conformista y la necesidad de recompensas externas. La maestra indica que el elogio descriptivo es el ideal, ya que este se enfatiza en el esfuerzo y dedicación de la actividad realizada por el pequeño. Por ejemplo, decirle “ya dibujas con más detalles, felicitaciones”. O si está empezando a tocar un instrumento musical, en lugar de decirle “eres un genio”, lo adecuado es destacar que es notorio que ha estado practicando.
Ambas expertas sugieren desechar el “muy bien”, pues este induce al niño a buscar nuestra aprobación o les enseña que es necesaria. Les impide pensar y razonar por sí mismos, identificar adecuadamente sus habilidades y destrezas, y los empuja a buscar la valoración del premio en lugar de resaltar la dedicación.
Estudio
En 1990, la Universidad de Columbia hizo un experimento y concluyó que la alabanza puede tener efectos negativos en los niños. Analizó a más de 400, de 10 a 12 años. En la primera etapa los sometieron a una prueba de inteligencia. Al terminar, a un grupo se le dijo que resolvió correctamente el 80 % de los problemas. A otros, que eran minigenios por armar tantos rompecabezas. Y, a un tercero, nada. Sin embargo, los segundos, cuya inteligencia fue más elogiada, evitaban los retos, disfrutaban menos de la actividad y mostraron disminución en su rendimiento.
Recomendaciones
- Hágale saber que lo ama, más allá de logros o errores. Y elogie el esfuerzo, así no haya alcanzado la meta.
- Fomente prácticas sin importar si pierde o gana. Así trabaja su empeño. Y deje que solucione los problemas por sí mismo.
- Impulse su curiosidad, dele desafíos y celebre el valor de probarlos.