La economía según Maduro

La economia segun Maduro

El único mercado que ha abierto el chavismo en 17 años es el mercado de la miseria. En Venezuela, donde el sueldo mínimo se estanca en 15 dólares, un ciudadano necesita 380 dólares para sobrevivir, según la local Datanálisis.

El único mercado que ha abierto el chavismo en 17 años es el mercado de la miseria. En Venezuela, donde el sueldo mínimo se estanca en 15 dólares, un ciudadano necesita 380 dólares para sobrevivir, según la local Datanálisis.

No hay que ser economista para entender lo evidente: las cuentas no dan.

Los venezolanos lo saben. Por eso, prácticamente nadie vive de su sueldo solamente. Es común encontrar en Caracas, la capital, una clase media que se da tiempo para mantener hasta cinco trabajos y tratar de sobrevolar el terreno del hambre.

La política económica del presidente Nicolás Maduro, sucesor del fallecido Hugo Chávez, ha volcado al país hacia la informalidad.

Y podría decirse que ha generado empleos. Los empleos del chavismo. Aquí los principales:

Bachaqueros, desempleados que se forman en las interminables colas de los supermercados, desde las 18h00 del día anterior, para comprar un producto a precio regulado y venderlo por diez veces más bolívares. Un kilo de azúcar, que aunque escaza puede comprarse en 60 centavos, termina en manos de los compradores por $ 3,50. Casi el 20 % de su sueldo básico.

Los ‘reservapuestos’ no son exclusivos de los supermercados. Su popularidad, en un país donde la gente espera un promedio de 12 horas semanales en las filas, les ha abierto mercado en las instituciones públicas, los hospitales y hasta los bancos, donde el turno para cambiar un cheque llega a valer hasta cinco dólares. Y se paga en efectivo.

No es un problema menor. La hiperdevaluada moneda nacional hace de cinco dólares un absurdo fajo de billetes que ocupa todo el espacio de un bolsillo. Trasladar 40 dólares para pagar la cena en un restaurante, puede obligar al uso de un maletín donde quepan los 400 billetes de 100 bolívares, la moneda de más alta denominación.

Por eso el pago con tarjeta de débito y crédito se ha popularizado hasta en la informalidad: con ella se pagan los cafés, los sánduches en quioscos de esquina, el mercado de legumbres en puestos informales, los donativos para la iglesia, los cargadores de celular del ambulante en los semáforos. Venezuela es el país de ensueño para los promotores del dinero electrónico. Y de la deuda electrónica también. La cartera vencida de los tarjetahabientes ha crecido 106 % en un año, según la consultora Aritimuño Herrera y ha volcado a la clase media hacia un porcentaje dramático: 8 de cada 10 venezolanos no llegan a fin de mes con sus ingresos.

Ese 20 % que sí llega está conformado por los comerciantes del mercado negro, que pueden tener hasta 60.000 dólares en la cuenta, según confiesa uno de ellos a EXPRESO, dedicado al negocio al por mayor. Se llama Paúl Usrrátegui y es hermano de un teniente que le vende al costo todos los productos embargados en la frontera al contrabando. Paúl puede embolsillarse dos sueldos básicos con el sobreprecio de un paquete de harina para arepas. Vende 50 al día. Literalmente amasa fortuna con la miseria.

La nueva boliburguesía, como los venezolanos bautizaron a la clase social, la terminan de componer altos burócratas, empresarios cercanos al Gobierno y militares; una casta sólida que está dispuesta a pagar sobreprecios de hasta el 1000 % para mantener lleno el refrigerador.

Gaitano Blandini, un empresario ítalo-venezolano, cuya fábrica de ruedas se redujo de 300 trabajadores antes del chavismo a 11, es uno de los afortunados de permanecer en este círculo que la autodenominada revolución bolivariana prometió eliminar, pero terminó reemplazando por nuevas caras.

A pesar de la caída, los ingresos de Blandini le permiten pagar 180 dólares por un saco de azúcar y almorzar en restaurantes donde la factura de un solo plato duplica el salario mínimo.

“El precio que pagamos ha sido más alto que el dinero”, reconoce el empresario. “Tengo cinco motos. Y hace ocho años que no puedo usarlas” por miedo a la inseguridad. En ese tiempo lo han asaltado en 13 ocasiones y lo secuestraron en dos oportunidades.

Este es el cuadro de asfixia económica que explica el agotamiento popular en las conversaciones y encamina al país hacia el evento político más relevante de la era Maduro: la gran toma de Caracas. La oposición venezolana, liderada por Henrique Capriles, convocó a los venezolanos de todo el país a marchar hacia la capital para exigir celeridad en un proceso revocatorio que termine con el Gobierno chavista. Pero la escalada en el discurso oficialista, el hastío ciudadano y la oportunidad opositora de aferrarse por primera vez en muchos años al respaldo popular resultan como la historia por escribir de un final difícil de predecir.

En Venezuela, todos, salvo el chavismo, quieren un cambio. Y el 1 de septiembre se anuncia como la fecha para iniciarlo.