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Y la economia

Existe una creciente asimetría entre el activismo político del Gobierno y la total pasividad que caracteriza a la política económica. Se ha perdido un cuatrimestre en circunstancias de una herencia catastrófica de déficit fiscal, endeudamiento insostenible y crecimiento recesivo.

El Banco Central anunció hace poco que la tasa interanual de crecimiento en el segundo trimestre era superior al 3 %, insistiendo en el tipo de comparaciones que desestiman la capacidad de los ecuatorianos para entender lo que ocurre en la economía. Esto por cuanto, al hacer la comparación de esa manera, se midieron dos períodos de los cuales el primero, el segundo trimestre de 2016, fue el de peor desempeño en lo que va del siglo, y no se aisló el efecto de crecimiento producido por infusiones de capital originadas en un endeudamiento insustentable. Es como decir, “seguimos en el hueco, pero hemos salido del fondo con plata ajena”.

No se justifican por lo tanto los aires triunfalistas y no hay tal proceso de recuperación, excepto en la mente de los burócratas que así nos lo quieren hacer creer.

El presupuesto será presentado en pocos días más. Debería ser el momento para develar el programa económico que permita volver a los caminos del crecimiento. El gobierno anterior experimentó con medidas absurdas como las salvaguardas y la plusvalía, y al hacerlo, tal como lo demuestran las Cuentas Nacionales, ahondó los problemas de una economía en soletas. Subsiste un régimen tributario pernicioso, mal pensado, y antitécnico. La estructura del gasto es rígida. El crédito público muestra los peores registros de credibilidad en la región (salvo el triste caso de Venezuela). Las inversiones mal planteadas no solo representan un irresponsable desperdicio de recursos y manifestaciones palpables de corrupción, sino que muchas quedaron a medio hacer, y el país atrapado en una camisa de fuerza.

El Gobierno, en su inacción, sigue cautivo de quienes crearon el problema. Hay un importante principio de economía que continúa inobservado: la oportunidad de la política económica. La consecuencia de tal negligencia es que se pasa una cuenta enorme, que, a paso seguido debe ser pagada por los ecuatorianos.