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La diplomacia y la guerra

Restos. Un edificio blanco de los bombardeos en Duma, Siria.

Creemos que en toda la humanidad se pensó que estábamos cerca de una guerra atómica cuando empezó el enfrentamiento verbal entre el presidente Trump y el mandatario norcoreano, Kim Jong-un. Incluso hubo amenazas de disparar cohetes nucleares que, se dijo, alcanzarían al territorio norteamericano.

Empieza el arreglo. Surgió el pretexto de las Olimpiadas de Invierno en Corea del Sur. Intervino China, el primer aliado y abastecedor de Corea del Norte, se multiplicaron las declaraciones sobre su posible desabastecimiento y el ambiente empezó a enfriarse. Seguramente pensó Kim Jong-un que sería más ventajoso seguir gozando de su poder y que no se concretaría la amenaza yanqui de destruirlos.

Estamos seguros de que los mandatarios habrán pensado que en una guerra nuclear es difícil localizar los objetivos y que es imposible salvarse ya que no se han construido los bunkers para librarse de un ataque enemigo y, si lo hubiera, solo encontrarían desolación y muerte al abandonarlos. Mientras tanto, queda como héroe el norcoreano que desafió a los Estados Unidos y seguirá gozando de las delicias de ser dueño de un país un hombre que, desde su padre, se acostumbró a ser la primera figura, a más de ser un socio respetable del Club de los 9 poseedores del poder atómico.

Por otra parte, Trump se quitó un peso de encima y ahora quiere demostrar que sigue siendo su nación, el primer poder mundial, al decidirse intervenir en el conflicto de Siria, en el que estaba ayudando a medias con el pretexto de combatir a los yihadistas que están involucrados también en el problema sirio.

La guerra de Siria. Si analizamos el problema sirio, con sentido común, no entendemos a su líder Bashar al Assad. Pudo haber buscado alguna solución con los opositores políticos, pues la guerra surgió con la protesta en las calles, por el resultado electoral. El gobierno usó las armas y poco a poco se fue encendiendo el asunto hasta llegar a convertirse en una guerra al intervenir Rusia e Irán, utilizando especialmente su fuerza aérea que ha destrozado más de la mitad de sus ciudades. De acuerdo con los expertos, el conflicto en Siria es el de mayor envergadura que tiene ahora mismo la comunidad internacional. Por un lado, por la terrorífica situación humanitaria en un país de 22 millones de habitantes que cuenta ya con más de 400.000 muertos por la guerra. Además de esa población, de 11 millones que se encuentran desplazados internamente y otros 4 millones, desplazados en el exterior.

Un buen pretexto para intervenir. Se acusa al gobierno sirio de utilizar gases venenosos, prohibidos en convenios internacionales, donde las principales víctimas son los menores de edad. Tanto en la Asamblea General como en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se han hecho graves acusaciones pero, cualquier resolución que se tome, lo impide su cumplimiento por el veto de Rusia.

El problema continúa complicándose. Frente a la declaración de Trump de intervenir en el conflicto, contestó Putin que ellos están listos para impedir cualquier participación de los Estados Unidos, usando armas antimisiles. Ahora ya, además de Estados Unidos, Inglaterra y Francia también dispusieron bombardear los supuestos sitios donde se elaboran los gases. También Arabia Saudita se pronunció en contra de Siria y es un mal enemigo, por el predominio que tiene en la región.

Para quienes soñaron conocer Siria o hacer turismo, a un Estado que guardaba verdaderas maravillas de los siglos pasados, debe ser decepcionante mirar la TV. Recordemos que Alepo se ubicaba entre las ciudades más bellas del mundo. La CNN pasa a cada momento escenas de cómo se encuentra la mayor parte del Estado. Consideramos que si Bashar al Asad vence en la contienda, se encontrará con destrucción y muerte.

Rusia, su primer aliado, está como para seguir vendiéndole armas, o establecer estratégicas bases militares, pero nada más. Irán se supone que también ayudaría pero no está en condiciones de excederse porque también tiene problemas con sus vecinos.

A Bashar al Asad le quedan pocos caminos: o vence a la oposición y sigue gobernando un país muy destruido, o renuncia y pide asilo a Rusia, que ya se lo ofreció. Si es derrotado será llevado a la Corte Penal de Justicia Internacional, en La Haya por crímenes de guerra, de lesa humanidad y de genocidio, delitos que no prescriben.

Según las últimas noticias, tanto Trump como Putin se han echado para atrás. Se han dado cuenta de que es preferible utilizar el campo diplomático. Para eso está la ONU en donde pueden discutir días de días, sin llegar a nada pero quemando tiempo. En este caso habrá ayuda pero no enfrentamientos militares entre las dos grandes potencias.