Dinero negro

Un hecho -naturalmente aparte de la masacre de Orlando- ha concitado la atención de las personas: la detención de un alto exfuncionario del kirchnerismo, cuando trataba de ocultar en un convento cerca de nueve millones de dólares, joyas y un arma de guerra. Las causas por las que se juzga a los gobiernos de esa pareja de cónyuges que tuvieron larga y grave ocurrencia de malos e inmorales manejos, son todas de corrupción. ¿Por qué en horas de la noche dicho alto exfuncionario (de la que seguramente llamarán década ganada, como aquí) concurrió a un convento casi abandonado para esconder esa gran suma de dinero negro que no podía guardar en sitios normales, como los bancos? Porque el sistema bancario suizo, que era el paraíso de esos dineros, con sus cuentas secretas identificadas con un número, dejó de proteger el delito con el cual se obtenían esos dineros (principalmente negociados de funcionarios gubernamentales de alta jerarquía y actividades de narcotráfico y hasta de terrorismo). Así, hoy es imposible depositar en entidades legales el dinero mal habido. Esto es lo ocurrido con el mencionado funcionario argentino, que es solo uno de los más de dos mil casos de esta naturaleza de funcionarios de los regímenes de Cristina y Néstor (este último tiene una estatua en el edificio de Unasur, en Ecuador, construida con cuarenta millones de dólares aportados por la reconocida generosidad del Gobierno de Correa, en el tiempo de las opíparas vacas gordas del sobreprecio petrolero). Ahora los ladrones de levita que han poblado los cargos altos de los gobiernos, tienen que esconder el producto de su robo enterrándolo o encargándolo a quienes estarían libres de sospecha (como los moradores del convento: una monja anciana y una empleada). Dice el aforismo popular: “Dios contra los ladrones”; y seguro fue Dios quien hizo que se descubriera al ladrón cuando lanzaba los bultos con el dinero público robado, al interior del convento y que fue detenido no por ese delito, sino por portar ilegalmente un arma de guerra. Pero no tardará en demostrarse su culpabilidad y probablemente dará pistas para descubrir otros hechos similares que hasta pueden llegar a Cristina y Néstor. Entonces sus encubridores, que no son solo argentinos, iniciarán una campaña de corte internacional para defenderlos, afirmando que son inocentes corderitos perseguidos por la maldad de sus enemigos.

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