El dilema del prisionero
De todos los problemas de Teoría de Juegos, el dilema del prisionero es quizá el más apasionante en el mundo de los negocios, y por cierto muy utilizado en el mundo de la criminalística.
El concepto se explica con el ejemplo de un hipotético crimen, donde existen dos sospechosos a quienes se ha capturado por el hecho. Se sabe que uno de ellos cometió el delito, pero no existen pruebas para inculpar a alguno, salvo que el otro confiese. En esa virtud, los dos saben que si existe total cooperación entre ellos saldrán libres sin cargos (“in dubio pro reo”). Los detenidos también saben que si mutuamente se inculpan las condenas serán altas, pues se los acusará de coautores. Si es que uno de ellos inculpa al otro (acogiéndose a la delación), el inculpado tendrá una pena muy alta como autor y el delator tendrá una pena baja.
Observará el lector que el mejor escenario para los criminales es que “nadie hable”, pero bastará la sospecha de que uno de ellos pueda acogerse a la delación para que el otro empiece a confesar. El concepto se perfecciona cuando a los prisioneros se los separa, impidiendo con ello que exista concertación, o cuando en el mundo actual con el acceso de la autoridad a la tecnología (filmaciones, correos electrónicos, grabaciones telefónicas, etc.), una de las partes o las dos reflexionen en lo muy probable que resulta que las cosas se sepan al final.
En estrategia empresarial el concepto del dilema del prisionero es muy útil para prever las decisiones competitivas sobre precios, volúmenes de producción, acceso a mercados, etc., que realizan los diferentes actores, y en muchas oportunidades los movimientos de cooperación implícita de estos. El manejo de la Teoría de Juegos fue clave para las decisiones sobre poder atómico en la Guerra Fría.
Lo esencial para impedir la cooperación entre competidores, y desde luego entre delincuentes, es que los actores no tengan información plena del movimiento del uno respecto del otro, así como de su animadversión al riesgo.
Qué ironía concluir que la verdad, en este caso, es consecuencia de “la virtud” del egoísmo.
Twitter@PaulEPalacios