El dictador y el karma

Nos quedamos estupefactos al ver a los Ortega manejar Nicaragua a su antojo. Las muertes pasan desapercibidas porque ¿a quién le interesa mucho lo que pueda suceder en ese minúsculo país de Centroamérica?

De repente y si toma lugar un asesinato estrepitoso, hay cierta cobertura; caso contrario ni pensarlo. Daniel ocupa la presidencia, Rosario ocupa la vicepresidencia y la democracia en tela de juicio. Como siempre se recalca, la culpa recae en aquellos que evaden la historia y no la aprovechan como un verdadero salvavidas para no cometer los errores de siempre. Esta relación difusa pareja-poder no es nueva y las historias pocas veces se salen del libreto que se ha repetido sistemáticamente.

Rumania tiene un capítulo en su historia donde el papel protagónico lo realizó Nicolae Ceaucescu. Nicolae, quien depositó en su esposa Elena la vicepresidencia del país. Tanto confiaba Nicolae en su pareja que incluso llegó a ser presidenta de la Comisión de Control del Partido. Sí, Elena era la mano derecha e izquierda del presidente rumano. ¿Y su gente? Los rumanos soportaron una represión monstruosa durante los años que se mantuvo en el poder, 15 años para ser exactos. Y con la represión también llegó un culto a la personalidad de los líderes sin precedente. Como si no fuera suficiente la destrucción del Estado, un genocidio catastrófico y un país que tocó fondo.

Se crea o no se crea en el karma, existe un consenso más o menos generalizado de que todas las acciones regresan. Como popularmente reza el dicho «todas se pagan en vida» y el dictador rumano no fue la excepción. La pareja presidencial fue ejecutada y su muerte quedó grabada en un video de 90 minutos transmitido por televisión nacional. El juicio, la ejecución y el entierro de los Ceaucescu llegó incluso a ser difundido en Francia simultáneamente y puede encontrarse todavía en algunos rincones de la web.

Ceaucescu, el todopoderoso dictador, cayó como cualquier delincuente o asesino. Él, que decidía quién vivía y quien moría, ahora lejos del poder, rezaba en su interior compasión. Lo que Nicolae no sabía, y todavía parecen no comprender ciertos políticos, es que aunque el poder parezca infinito en realidad no lo es. El poder se acaba, los aliados desaparecen y los favores por cobrar quedan extintos. La propaganda, por más masiva que sea, no logra ocultar la corrupción que afectó la médula de ciertos gobiernos. Ni el poder, por mucho que se haya tenido, alcanza para evadir la justicia. Ni la prepotencia, por más que sea intrínseca a un hombre, es suficiente para evitar el karma. Todo regresa, aunque tarde en llegar.