La derecha al poder

tras una larga etapa en que gobiernos progresistas sudamericanos se convirtieran en una exitosa experiencia y modelo, con todo siempre perfectible, de equidad social, que dio en llamar socialismo del siglo XXI, el principio de alternabilidad que parece regir todos los fenómenos, o el “corso y ricorso de la historia han pasado la posta a gobiernos de derecha en muchos casos en fatal regresión a políticas neoliberales que han frenado, cuando no eliminado, subsidios y beneficios y conquistas sociales de trabajadores o segmentos de la población menos favorecidos. Como pasó con Macri en la Argentina tras la era kitchnerista, y con Temer en Brasil tras el cínico golpe de Estado parlamentario orquestado por la clase empresarial brasileña que destituyó a Dilma Rousseff de su mandato.

Y acaba de suceder también en España con Mariano Rajoy del gobernante Partido Popular (PP), reelecto presidente por el parlamento haciendo trizas del convenio de alternancia bipartidista acordado con el Partido Socialista Obrero Español (PSOE).

Pero, además, el retorno de la derecha va usualmente precedido de un ritual de descrédito de los líderes progresistas a los que siempre se mirará con recelo por su posibilidad de retornar al poder, tras la evaluación popular de las ejecutorias de los gobiernos derechistas. Como está sucediendo con el antiguo líder sindicalista Ignacio Lula de Silva en Brasil, y de Cristina Fernández, en la Argentina.

Desleal proceder que podría tentar los bajos instintos de los opositores de los líderes actuales en diversos lugares y gobiernos para fraguarles acusaciones penales, que aunque ni prosperen cumplirán de algún modo su propósito de manchar o echar sombras sobre la credibilidad del acusado.

¿Será ése el destino político de los fundamentales cambios administrativos y de la ingente labor social implementada por el presidente Correa, cuando termine su mandato, de no triunfar en las próximas elecciones un candidato de Alianza PAIS?