En defensa de los cerdos

Comportamientos recientes de ciertos habitantes de este complicado pero intensamente amado pedacito de tierra bendecida que es nuestro país, han traído a mis oídos una expresión y algunas de sus múltiples derivaciones que hace mucho había dejado de oír: se ha portado como un cerdo; ese tal por cual es un cerdo; siempre ha tenido manejos cerdosos.

En algunas ocasiones la invectiva surge por las variaciones bruscas de su quehacer, que resulta contradictorio entre los dichos y los hechos del sujeto al que se le atribuyen modos porcinos. En otros casos aparece como reacción a la ingratitud, lo cual desde su génesis la vuelve absolutamente subjetiva: los malagradecidos saben que nada, salvo una decencia que no poseen, los obliga a consideraciones especiales para con quienes en alguna oportunidad les tendieron la mano y solo se la otorgan a su Dios, al que generalmente dan gracias con sospechosa frecuencia, un tanto como repetición delatora de que los bienes que poseen no tienen un origen que podría llamarse precisamente divino (en ocasiones debe remorderles su pequeña conciencia eso de estar mezclando a Dios con sus trafasías.)

Las manifestaciones de cinismo también generan reminiscencias porcinas y, por supuesto, las distintas maneras de la deslealtad que llevan desde el simple: fulano me cae chancho, al más ofensivo: sutano es un vulgar marrano, que contienen implícito desde indecente hasta impúdico, llegando hasta inmoral.

Pobres cerdos. Hasta los consideran impuros en algunas religiones. Sin embargo, pueblos de otras creencias, como los españoles, y a partir de allí los hispanoamericanos, adoramos la carne de cerdo en sus distintas presentaciones culinarias y el jamón está entre nuestros bocados favoritos, serrano o de Jabugo pata negra, y el sánduche de chancho de Luque y García Avilés, ha acompañado sabrosas reuniones familiares que todavía me hacen agua la boca.

Por eso, frente a tantos rufianes a los que llaman puercos, aunque vistan muy elegantemente y presumiblemente se bañen a diario, hoy me permito decir que son solo eso: rufianes, y no merecen ser calificados como cerdos.

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