
Otra cumbre sin resultados
La Celac, creada en febrero de 2010, según dice su documento constitutivo, es un organismo intergubernamental de ámbito regional, heredero del Grupo de Río y la CALC, que busca promover la integración y desarrollo de los países latinoamericanos y caribeños. En definitiva se quiso establecer como el espacio regional que una a todos sus 33 Estados miembros.
Si nos sinceramos un poco, hubo el deseo, especialmente de los países que se llamaban bolivarianos, de deshacerse de la OEA y de los dos Estados miembros que los molestaban: Estados Unidos y Canadá, sin darse cuenta, o mal asesorados, ya que la solución era muy simple y que, entendemos, se la propuso en la reunión realizada en Quito, casi al final: es decir, actuar en bloque para obtener dentro de la misma OEA las decisiones que se propongan. Recordemos que la OEA tiene su carta constitutiva, con fines previamente determinados y con el objeto de mantener el sistema democrático entre sus países miembros. Además, cada país tiene un voto y si se actúa en bloque, hay 33 votos asegurados.
Muy bien atendidos. El Gobierno ecuatoriano demostró ser un gran anfitrión, aunque no se le pudo escapar al presidente Correa su decepción porque el resultado había sido solo de declaraciones, nada efectivo, y por la crítica que recibió del presidente boliviano Evo Morales, sin pelos en la lengua, por los gastos excesivos, por lo menos en gasolina, ya que delante de su vehículo rodaban varias motocicletas y cuatro vehículos de seguridad, lo que le parecía una exageración.
Entendemos que el mismo trato se le dio a los otros 22 presidentes que asistieron y a los representantes del resto de los 33 países.
Demasiados organismos. Consideramos que la solución de nuestros Estados latinoamericanos y del Caribe no está en seguir convocando a cumbres, como lo expresó hace varios meses el presidente Correa, ya que se convierten en una verdadera pérdida de tiempo. Lo lógico es fortalecer los organismos que existen y que tienen la infraestructura necesaria para realizar los programas que las naciones miembros propongan.
Nos vamos a explicar mejor. En la OEA existe un secretario general elegido por los países miembros, entre ellos los 33 de la Celac. Es decir, en la formación del bloque que se propuso en Quito hay una mayoría absoluta. Igualmente, las 33 naciones tienen sus representantes con rango de embajadores en el Consejo Permanente, que funciona todo el año. Son ellos los que toman las decisiones, de acuerdo con las instrucciones recibidas de sus Gobiernos, ya que el secretario general es la máxima autoridad administrativa, pero solo puede actuar, en los casos que se presente, según las instrucciones recibidas por el Consejo Permanente. ¿Qué más se quiere? ¿Qué obstáculo existe para la integración y desarrollo por la que se formó la Celac?
A todo esto debemos sumar la Unasur, cuyo hermoso edificio, situado en la Mitad del Mundo, sirvió, por lo menos, para recibir a los delegados de la Celac, pues hasta ahora no se ha podido justificar su existencia, como sucedió en la pequeña cumbre que hubo para resolver el cierre de la frontera de Venezuela con Colombia, que dispuso el presidente Maduro. Asunto netamente sudamericano donde no se consiguió nada, pese a que teniendo un avión a sus órdenes, estuvo presente el presidente pro témpore, Tabaré Vásquez, pero que se limitó a ser un “invitado de piedra”.
Nuevos Organismos Internacionales. Tenemos que hablar claro: los únicos interesados en que se multipliquen los organismos internacionales son los que conforman “ la burocracia dorada”, gente especializada en redactar los motivos, las cartas constitutivas y los estatutos para luego acomodarse como funcionarios con rango diplomático y de allí en adelante buscar razones para convocar reuniones y cumbres, encargándose, por supuesto, de redactar los motivos de las reuniones y sus conclusiones que, por ahora, son muy fáciles: lucha contra el hambre, contra el analfabetismo, contra la droga, contra el terrorismo, etc. Aunque jamás se dice el ‘cómo’.