Cultura de parqueo
La imagen puede verse en el corazón de la City londinense. Dos ejecutivos trajeados salen de alguna de las sedes económicas desde donde se maneja la economía mundial con sus mochilas. Extraen una bicicleta plegable y unas cintas reflectantes que se colocan sobre los pantalones y se movilizan.
Parece algo todavía muy lejano pero no es tan disparatado pensar la secuencia por las calles de Guayaquil. Los centros de las ciudades y las grandes avenidas comerciales están expulsando a los vehículos en las grandes urbes del llamado primer mundo. En Guayaquil, de momento, estamos colocando parquímetros para regular el estacionamiento en lugares con alta concurrencia de vehículos que no encuentran plaza para aparcar.
Se estima que en las ciudades europeas, donde todavía se permite el acceso libre a los autos, el 30 % de ellos están dando vueltas en busca de una plaza de parqueo. La experiencia, seguro que los responsables del tránsito en la ciudad conocen muchas posibilidades, debe servir de acicate para comenzar a cambiar las costumbres de movilidad de los ciudadanos por los sitios más concurridos debido a la actividad económica, comercial y de ocio.
Algunos ya han tomado las medidas más drásticas. En Oslo se puede circular, pero está prohibido el estacionamiento en el centro de la ciudad. Estocolmo, Copenhague o Madrid limitan las plazas por zonas delimitadas con colores, castigan a los vehículos más contaminantes y premian a los que van dotados de tecnologías limpias. Es una tendencia imparable. Convertir los centros en espacios para las personas sobre los vehículos. Incluso con multitud de calles peatonalizadas. Se acabó el mito de que la prohibición de los carros en las calles resta comodidades y negocio.
Nos encontramos pues ante un reto importante para Guayaquil sobre el que los candidatos a la Alcaldía deberían explorar para ofrecer a los vecinos soluciones imaginativas. Claro que aquí falta mucho por hacer. Empezando por una mejora sustancial del transporte público, la creación de aceras anchas por donde transitar con comodidad a pie, la implementación de carriles-bici o la construcción de aparcamientos disuasorios conectados para frenar desde ahí la avalancha hacia los centros. Las soluciones ya se conocen. Solo se necesita atreverse a afrontar el problema y no pensar solamente en los réditos políticos o el carro.