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La cruz en los tejados es proteccion divina

Las cruces se adornaban por lo general con ángeles y figuras de palomas. Los ángeles como guardianes.

Unas de las paredes de exhibición de cruces de todos los tamaños.

Con cruces colocadas en la parte alta de los techos de las casas, antiguamente se ahuyentaban a los espíritus malignos.

Era una tradición ancestral en Cuenca, allá por los años de 1920 hasta 1950, “Se colocaban sobre el tejado, luego de concluir la construcción de la casa y celebrar una misa de agradecimiento a Dios, en compañía de los vecinos, amigos y familiares se bendecía la vivienda”, recordó Luz María González, de 87 años.

Añorando aquellos años, Luz María contó que sus padres, hoy fallecidos, al terminar la construcción de la casa, mandaron a hacer una cruz grande de hierro; pidieron al párroco que celebrara una misa y con alegría de fiesta, se colocó la cruz y se dio paso a la huasipichai; baile, comida y bebida, anotó la mujer.

Esta tradición se ha ido perdiendo en Cuenca, tan solo en las viviendas antiguas, principalmente de los barrios de la av. Loja y de las Herrerías, es donde aún se visualizan en lo alto de lo techos, unas pocas cruces de protección.

“Era una tradición española que se adoptó en todas las ciudades de Hispanoamérica. Colonias españolas, como símbolo de protección de las viviendas y como parte de nuestra cultura cristiana-católica, propusieron que toda vivienda debía tener en su cima una cruz bendita”, reseña el investigador Adolfo Parra en su obra las “Tradiciones de los barrios de Cuenca”.

De su lado los libros de historia y tradición de Cuenca aducen que: “Cuenca por ser ciudad artesanal, tuvo la coyuntura de que las cruces de algunas casas o edificios hayan sido artísticas y las hubo en hierro forjado, cerámica y mármol.

El mestizaje hizo que la colocación de las cruces se celebrara con una fiesta (baile, comida y licor), llamada Huasipichai; con el pasar de los años se ha ido perdiendo la tradición y hoy las viviendas modernas ya no tienen la cruz en sus techos.

Para el sacerdote Ricardo Benítez, esa tradición estaba ligada con la espiritualidad de los cuencanos y azuayos, “la cruz sobre los techos de las casas, era el signo de la presencia y protección del Señor sobre sus habitantes; pero si ahuyentaba o no los espíritus malignos, dependía de la persona”, expresó Benítez.

“En algunos sectores rurales la costumbre se mantiene, es un símbolo de protección y religiosidad popular que ayuda a acercarse a la divinidad y por tanto es valedero”, sostuvo el sacerdote. (F)