
En la ciudad tambien hay cazadores del pasado
Sentado detrás del escritorio de su negocio, no tiene la apariencia de un cazador. Pero lo es. Para salir a atrapar una buena presa, tampoco es que necesite llevar armas. Es más, su temporada de caza no se relaciona con una condición climática, sino con un momento de crisis económica y social.
Después del caos bancario de 1999, ciertas familias adineradas tuvieron que deshacerse de artículos antiguos con los que decoraban sus hogares para poder cubrir sus gastos.
“Es en esos momentos en los que salen a la venta las mejores piezas que alimentan este negocio”, dice Giovanni Reyes Bazurto, dueño de una tienda de antigüedades en el número 1218 de Alejo Lascano y José Mascote. “Las familias de raigambre social son las que pudieron en su momento obtener una serie de objetos finos y nobles por medio de una herencia. A los guayaquileños de antes les gustaba vivir bien y se rodeaban de cosas elegantes”.
Reyes es uno de los cazadores de lo antiguo que mantiene abierto un local de compra y venta en esta ciudad. Otro es Juan Carlos Vásquez, un economista con un posgrado en el Incae, hijo de un exempleado del Banco Central del Ecuador, quien lo inició en el hobby de coleccionar monedas antiguas.
“Fue con el deseo de adquirir monedas más raras que nació mi actual negocio. Compraba una pieza para mi colección y otra para revender”.
Vásquez es dueño, junto a su esposa Jéssica Garzón, del local De Colección, en Chile y Vélez, que abrió el 2001.
“Al inicio no fue fácil, especialmente por los objetos. En moneda ya conocía, pero más de una vez hicimos una compra que no valía lo que costó”.
En su pequeño almacén hay una variedad de objetos. ¿Cómo los obtiene? Cada anticuario tiene una lista de nombres de dueños de piezas valiosas.
“Solo hay que esperar el momento”, dice Reyes. “No importa el tiempo. A veces la transacción no la hace el dueño sino uno de sus descendientes”.
En la lista de espera de Reyes está una de las réplicas a escala que los constructores de la Columna de los Próceres distribuyeron entre connotados guayaquileños de la época. “Eran siete, solo una sé que está en mal estado. Yo tuve una, pero hace 15 años la cedí. Aspiro volver a traerla a este lugar”.
Al parecer, es la única pieza que está en venta. El resto es parte de colecciones privadas. “En mis manos está la que puede ser negociada, pero espero que llegue el año del bicentenario (2020) o de la erección del monumento. Quien la quiera ahora debe desembolsar 45 mil dólares. Puede que suba”, dice Vásquez, quien muestra orgulloso la réplica que se entregó al médico Teófilo Fuentes Robles, exalcalde y miembro del comité proconstrucción del monumento.
La vivienda, ubicada en el número 1511 de Pedro Pablo Gómez, es parte de esa lista que conservan los compradores del pasado. En ese lugar reside Rosa Ibáñez Felmand y su hijo Memo Martín.
La casa parece un museo de objetos traídos de Europa. “Ella era coleccionista. Hubo una época en que la familia tuvo mucho dinero y mi madre, que viajaba mucho, trajo estas cosas. Hay de todo. Cosas finas”, dice Memo, quien es parte de una familia cuya empresa fue la Cantera Martín, ubicada en los terrenos del actual barrio San Pedro.
“De vez en cuando vendemos algún objeto, los anticuarios saben lo que hay aquí. Ellos quisieran llevarse todo, pero mi madre aún los atesora”, agrega Memo, quien recorre la casa mostrando todo lo que hay ahí. Desde muebles Lladró hasta porcelanas Capodimonte. “Mi madre influenció para que yo también termine adorando este tipo de cosas”.