Celular, policia y vigilantes

El teléfono celular, desde que surgió en 1970-73 en Estados Unidos, ha sido un instrumento multiplicador de la comunicación, hasta llegar a convertirse en un valioso auxiliar, facilitador de las relaciones entre sociedades, Estados y personas de toda condición. Más en el mundo de los negocios.

Su creador Martin Cooper no pensó que este invadiría la cotidianidad y que sería un factor que no solo facilitaría sino que hasta entorpecería las relaciones sociales. Un ejemplo común es el de los jóvenes, a quienes en transporte público, calles, plazas, centros comerciales, etc., se los observa conectados al celular y entregados frenéticamente al chateo.

Que esto pase con las personas del mundo privado y particular, que no tienen a cargo ninguna función de vigilancia no llama la atención, aunque encierra situaciones de riesgo, peligro y hasta interferencia en el manejo de las relaciones interpersonales. Sin embargo, sí se vuelve un factor de efectiva interrupción e incluso de irresponsabilidad para quienes tienen a cargo la observación del tráfico de vehículos y peatones, cuanto de la policía nacional, cuyo deber es la acción de protección y seguridad de las personas, viviendas y negocios.

Por eso es motivo de inquietud ciudadana el ver continuamente que vigilantes de tránsito y policías estén con su celular en mano en momentos de trabajo, más preocupados por chatear y comunicarse con sus amigos, que por concentrarse en el responsable, cabal y eficiente cumplimiento de sus funciones.

No se requiere realizar gran esfuerzo para constatar estos hechos. Solo hay que caminar por la ciudad, por calles y plazas para verificar cómo estos funcionarios públicos están distraídos con su celular, sin fijar su atención en la función específica que tienen que cumplir y que la institución a las que pertenecen les ha encomendado.

Es posible que esto se dé cada vez de manera más continua porque parece que aún no existe un adecuado reglamento que condicione y limite el uso del celular. Por eso es preciso que tanto las instituciones de tránsito y de policía, cuanto las autoridades que están a cargo de ellas, comiencen por reglamentar y normar el uso de estos aparatos. Es importante que estos empleados del orden público no estén distraídos y más preocupados de su celular que de cumplir con su deber.