Como castillo de naipes

La palabra común en el nombre de los partidos políticos latinoamericanos es revolución; usada desde décadas atrás, es una obsesión, pero las transformaciones que persigue terminan en aumento de pobreza y corrupción. No ha existido una región más “revolucionaria” que la nuestra; otras regiones del mundo no se han obcecado con las revoluciones, logrando grandes progresos económicos y sociales muy por encima. Asia es un continente más grande, poblado y con mayor número de países que Latinoamérica. En Asia la carrera al desarrolló comenzó más de un siglo después que la nuestra; primero fue Hong Kong, pequeña isla que sirvió de modelo, luego siguieron las excolonias inglesas Malasia y Singapur; Taiwan inició cambios sin reconocer la autoridad china, Tailandia no se quedó atrás. Paralelamente, Corea del Sur se unió al grupo de naciones que buscaban progresar. En los últimos tres decenios se agregaron Indonesia, Vietnam, China e India. Sus ciudadanos mostraron ser pragmáticos y no dogmáticos. Así, un continente que era inmensamente más pobre que nuestra mal llamada Patria Grande -penosamente de grande no tiene nada-, comenzó a cortar distancia y a tener un mejor nivel de vida. ¿Por qué América Latina tiene dos siglos de fracasos? Hay muchas razones. El propio Bolívar vaticinó el lúgubre porvenir; en el camino se hizo más distante alcanzar el progreso, se creó una cultura que no proyecta al futuro, solo mira el pasado y promueve lucha de clases. Con Fidel Castro se terminó de contaminar la región. Hoy Raúl reconoció que la Revolución cubana fracasó y el haber vivido de dádivas de los soviéticos y luego de Chávez no era la salida a un pueblo empobrecido y sin libertades. Tuvo que tocar la puerta al capitalismo. Aceptó que a pesar de tener un índice Gini con casi absoluta igualdad (98% son pobres), no había creado prosperidad.

Las izquierdas con diferentes membretes nos han mantenido anclados; la del socialismo del siglo XXI es causante del retroceso de algunos países de la región. Como ninguna otra ha causado tanto daño, su colapso es tan elocuente como el de la Unión Soviética

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