Canto gregoriano

La música que se utilizó en la era teocrática se la conoce como canto llano, por no tener acompañamiento ni adorno musical alguno. Es música monofónica (del griego “un solo sonido”). No propiciaba distracción y llevaba a la contemplación por la ausencia de complejidad armónica, instrumentación y ritmo, para no insinuar o incitar a la danza.

Su objetivo básico era inducir paz, calma y recogimiento que acompañen las largas horas de oración y meditación de los monjes. No se cantaba en la misa. Era una tonada directa y sencilla, normalmente no muy larga, que se repite numerosas veces en varias estrofas.

En Europa se distinguieron cuatro culturas del canto llano: ambrosiano, alrededor de Milán; galicano en el Imperio Franco, establecido por Pipino el Breve; mozárabe en España (Toledo); y el romano.

El canto llano fue reconocido posteriormente como “canto gregoriano”, en honor al papa Gregorio I, que dirigió la Iglesia desde el 590 hasta el 604. Gregorio, en una decisión más política que estética, compiló, catalogó y sistematizó la música sacra, estableciendo orden en el repertorio litúrgico-musical de la Iglesia católica de la época. Dictó qué música y de qué tipo podía tocarse en las ceremonias, y durante qué horas del día. San Gregorio Magno impuso así orden en la música sacra: el orden de la Iglesia católica romana, robusteciendo de esta manera el control de Roma sobre el resto de iglesias cristianas.

Algunos cantos gregorianos tienen solo una nota por cada sílaba del texto (“canto silábico”); otros más de una nota, y a veces grupos extendidos para cada sílaba (“canto melismático”).

La primera notación musical para estos cantos se la conoce como “neumática”. En el siglo XIII se desarrolló una notación más precisa: unas notas cuadradas sobre un pentagrama. El canto plano es el único tipo de música que nos ha llegado en forma escrita desde el Oscurantismo.

“El canto gregoriano no es torrente impetuoso, ni elocuencia avasalladora: es raudal tranquilo de aguas cristalinas y voz dulce y suave que seduce por el candor y la autenticidad de su expresión”.

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