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Candidaturas y soluciones

Los problemas de Ecuador son tan graves y profundos que se requerirá la voluntad muy mayoritaria para encontrar soluciones. Y en esta hora del país, no son los políticos ni los partidos por sí mismos los que encontrarán las soluciones. Así, resultaba una postura realista la de buscar el candidato único en la oposición, pero la propuesta no encontró respuesta adecuada. Un candidato respondió que no son los políticos los que deberían pedirle la renuncia de su postulación y de aspiraciones personales legítimas para encontrar una convergencia que hiciera posible la unidad en medio de la gran divergencia que una maniobra maquiavélica ejercida desde el poder absoluto ha profundizado, haciendo imposible que los ecuatorianos se unan para encontrar soluciones a sus enormes problemas, y poniendo los elementos indispensables para profundizar sus diferencias y enfrentar a unos contra otros, a tal extremo que todas las gestiones que se han llevado a cabo para encontrar una saludable convergencia, han encontrado un muro de rechazo. Y uno de los candidatos ha manifestado que si él no está en la segunda vuelta y lo está el candidato oficial, que representa un intolerable continuismo, votaría por este. Y otro candidato a un cargo político, con ejercicio anterior en varias ubicaciones políticas, ha dicho que no son los políticos a quienes escucharía, sino a una entelequia que ha llamado familia ecuatoriana. Seguramente ha supuesto que el pueblo aceptaría tan inconsistente negativa, echando al suelo una plausible y realista petición que ha comprendido que esta es la hora de la unión de los ciudadanos para enderezar la torcedura en que dejará al país el correísmo que, como lo ha dicho el candidato oficial, quiere darle al Ecuador su amarga y pérfida medicina por diez años más. Por suerte, las cosas en el debate electoral van encontrando cauces para salir del abismo en que nos encontramos y en Quito, por ejemplo, la nueva alineación con el concurso de ciudadanos que no se hallaron en la derecha, pronostica el fortalecimiento electoral de la única aspirante femenina, que es una mujer inteligente, preparada, valerosa; capaz de afrontar con alto espíritu, sin temor y sin regateos, los retos que se plantearían en una etapa crucial de la vida republicana.

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