Cambio en la continuidad

El jueves 19 de abril se inició un cambio de época -si se lo puede llamar así- en la República de Cuba, con el ascenso de un nuevo presidente que tiene señas peculiares: no pertenece a la familia Castro Ruz, no participó en las guerrillas de Sierra Maestra, no ha hecho carrera en las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Como dicen varios comentaristas, representa la generación de mandos nacida después de la Revolución de 1959.

Miguel Díaz-Canel Bermúdez, nuevo presidente del Gobierno de Cuba, es un ingeniero electrónico de 57 años que ha hecho toda su carrera política en el partido comunista-PCC; ha sido siempre un discreto “apparatchik” (en ruso coloquial, un funcionario profesional a tiempo completo, del partido o de la administración soviética), desde 1987, cuando ascendió como primer secretario de Jóvenes Comunistas en Villa Clara, su provincia natal. En 1994 fue primer secretario del PCC de su localidad. En 2003 fue promovido al buró político del PCC y en 2009 fue nombrado ministro de Educación Superior por el presidente Raúl Castro. En marzo de 2012 se incorporó como uno de los 5 vicepresidentes del Consejo de Estado y, por ende, se convirtió en el segundo hombre del régimen.

Su apoyo a las reformas planteadas desde 2008 por Raúl Castro en el modelo económico y las flexibilidades de algunas políticas sociales le han dado la reputación de un tecnócrata reformista, aperturista hasta donde lo permitan la doctrina y la ortodoxia vigentes. Su meta, señalada en el discurso de posesión, es “la construcción de un socialismo próspero y sustentable”. Es un admirador y conocedor de los casos de Vietnam y China. Finalmente, en este primer momento, sus calculadas y sobrias declaraciones deparan más enigmas que certezas, e interrogantes: no se puede dimensionar hasta dónde irá la transición cubana, cómo se reacomodarán las relaciones con la administración Trump, si impulsará una economía socialista de mercado, cómo reordenará sus relaciones con los gobiernos de la región, cómo va a satisfacer las demandas de libertad, democracia y bienestar de las nuevas generaciones.