Jornada. En la inauguración del albergue, decenas de personas sin hogar recibieron acompañamiento espiritual.

De las calles a un refugio que los cobija por el dia

La Arquidiócesis abrió el primer albergue diurno para indigentes en la ciudad. El lugar los alimenta y limpia z La creación de una pensión nocturna está latente.

Cada uno tiene una razón particular para vivir en la calle, dormir y deambular por las veredas y soportales, y rogar por comida, un cobijo, un baño a cualquier hora del día. José Tufiño es guayaquileño, tiene 55 años y lleva ocho viviendo en ese estado.

Un conflicto familiar y las contantes peleas con su pareja lo obligaron a salir de casa y a convertir los exteriores del parque Forestal, en la avenida Quito y El Oro, donde recicla además botellas y basura, en su vivienda. De allí que se lo puede ver descansando, siempre sobre cartones, en esa esquina en la que se ha enfrentado, más de una vez, a adictos y ladrones. Las huellas, cicatrices de diferentes tamaños, las lleva ‘tatuadas’ en la piel.

En otro sector de Guayaquil, Luis Crespo, quien perdió sus bienes a causa del alcohol, se alimenta y asea en las instalaciones de la iglesia San Agustín (Luis Urdaneta y 6 de Marzo), donde -por decirlo de alguna manera- reside. “Llevo cinco meses lidiando con el sol, la lluvia, viviendo en las afueras del templo. Y sí que me ha costado: vivir al aire libre es duro, es como esperar la muerte”, afirma.

Sin embargo ayer, como esos milagros inesperados que caen del cielo, como lo describen ellos, sus vidas tomaron otro rumbo.

La Arquidiócesis de Guayaquil inauguró el primer refugio diurno para indigentes RESA (Refugio Espíritu Santo). Un espacio en el que tanto Luis como José y otra decena de personas que viven en condiciones inhumanas (todas presentes en el acto y asimismo todas protagonistas de historias con finales tristes) podrán alimentarse, bañarse, cortarse el cabello y recibir acompañamiento psicológico y espiritual. Además de capacitaciones.

Ayer durante la apertura de este espacio adecuado en el segundo piso de la parroquia Santísimo Sacramento (Pío Montúfar y Manabí), la primera que adecúa un área para este tipo de obras (se espera que a futuro otros templos lo repliquen), monseñor Luis Cabrera, arzobispo de la ciudad, les dio la bienvenida. Los bendijo. Les dio a conocer los objetivos del proyecto: erradicar la pobreza extrema, poner fin al hambre. Y los invitó a reinsertarse a la sociedad.

“Queremos darles asistencia, que recobren su dignidad. Esta es la primera etapa”, comentó. La meta es que el refugio crezca y perdure en el tiempo. “Si ya tuvimos la audacia de comenzarlo, tengamos entonces la valentía de continuar”, precisó.

El refugio, que tiene plasmados en sus paredes mensajes de esperanza, subjetivos, místicos, ofrecerá sus servicios (completos, o los que se necesiten) a un promedio de veinte personas por día. Los beneficiados, al menos por ahora, serán escogidos por el religioso Wilson Malavé de la parroquia San Agustín, quien cada noche alimenta a cerca de 600 indigentes de su sector.

Si bien para el sacerdote Jaime Cruz, de la iglesia Santísimo Sacramento, esta es una obra que dará paz y mejorará el entorno de los sin techo, las autoridades deben pensar ya en la creación de un refugio nocturno, que les dé seguridad y ponga fin a las chozas improvisadas en las que, a partir de las 22:00, yacen.

En un reportaje pasado, publicado en marzo de este año, EXPRESO se hizo eco ya de la necesidad. Aseguró que esta realidad social, tratada “a fondo” durante una década por el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES), que tiene la competencia, carece de alianzas firmes entre autoridades municipales y gubernamentales.

“Sería bueno que el Municipio, con quien creemos sería más fácil cristalizar la obra, termine el círculo de lo ahora creado. Tenemos la antigua maternidad, ese sería el espacio preciso para construir el albergue. Sé que la Arquidiócesis ha iniciado el diálogo, que ha enviado comunicados... Está de esperar una respuesta”. Cruz confía en que sea favorable.

Financiamiento

Se necesitan manos para mantenerla

La obra, construida sobre una superficie de 250 metros cuadrados, fue financiada con el aporte de la empresa privada, Caritas Antoniana de Italia y donantes individuales que se sumaron al proyecto.

Para mantenerla, y de ser posible replicarla, RESA actualmente está buscando financiamiento a través de convenios de cooperación y un Plan Padrinos, en el que las personas podrán aportar desde cinco dólares con sus tarjetas de crédito.

Para saber

Construcción. RESA inició su construcción en mayo pasado. La Arquidiócesis optó por levantar la obra en la parroquia Santísimo Sacramento por tener ya un espacio construido pero inhabilitado.

Distribución. El refugio cuenta con un comedor con capacidad para 60 personas, baños completos, cocina, un espacio de peluquería, podología y salas multiuso.

Atención. Es de lunes a viernes, de 08:00 a 17:00. Y se sirven desayunos, almuerzos y refrigerios.